A todo esto, ¿es necesario cerrar o semicerrar Madrid, o cualquier otra región? Naturalmente que no. La principal conclusión de la locura del Estado de Alarma es que la pregunta clave continúa sin respuestas: ¿Por qué España, cuyo Gobierno decretó el 14 de marzo un arresto domiciliario masivo, el más duro de Europa, ha sufrido más muertos por habitante que ningún otro país europeo? Y al revés, ¿por qué gobiernos mucho más respetuosos con la libertad de sus ciudadanos, han sufrido menos muertos y menos contagios por Covid que España, que ahora vuelve a situarse a la cabeza de Europa? 

¿Ejemplos? Todos: Polonia, Hungría, Suecia, Alemania, Holanda, República checa, Irlanda, Estonia, Letonia, Lituania, Portugal, Austria… e incluso Italia.

A lo mejor -¡que cosas!- es que el confinamiento funciona poco. Y a lo mejor es que la clave radica en la inmunización social

¿Empezamos tarde? No, empezamos los segundos por detrás de Italia, y a lo bestia, pero enseguida nos pusimos a la cabeza de Europa y en el podio del mundo, mientras nos consolábamos midiendo, en cifras absolutas, que para poco sirven, los muertos de Estados Unidos y Brasil… que según población eran inferiores a los nuestros.

Y en la segunda oleada volvemos a ser los que más muertos por habitante sufrimos y los que más infestados aportamos de todo el continente: ¡Qué exitazo, Sanchinflas!

La única idea contra el coronavirus que se les ocurre a nuestros políticos es la de siempre: encerrarnos

A lo mejor -¡qué cosas!- es que el confinamiento no funciona. Perdón, acabo de pronunciar una herejía. Y a lo mejor, segunda herejía, es que la clave, además de tratamiento y vacunas, consiste en la inmunización natural de la población, que un confinamiento, por cierto, no hace otra cosa que retrasar.

En triste resumen: la única idea contra el coronavirus que se les ocurre a nuestros políticos es la de siempre: encerrarnos. Mucha inversión en medios preventivos, cuya eficiencia no sabemos medir y escasos avances en tratamientos, donde apenas se invierte y en vacunas, donde decimos aquello de que inventen ellos.

No sólo eso. En la mañana del sábado, ee mal bicho con apariencia dialogante, llamado Salvador Illa, a la sazón ministro de Sanidad, asustaba a los madrileños hablando de situación sanitaria "grave". Hay que tener mucha cara. 

Mañana del sábado 26: el cinismo del ministro Salvador Illa alcanza niveles hasta ahora desconocidos en España. Y mira que conocemos...

Todo ello después de asestar una puñalada trapera a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a la que Pedro Sánchez pretende ayudar... "de todo corazón". Puñalada asentada el viernes, hasta el absurdo de contraprogramar en Moncloa una rueda de prensa contra el viceconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Antonio Zapatero.

Zapatero es médico, con un currículo impresionante y dedicado a la lucha contra el Covid, asi como uno de los directivos del hospital de IFEMA, todo un éxito contra el coronavirus. Pues bien, Zapatero asegura que, por ahora, las medidas de Madrid son suficientes pero al filósofo Illa le importa un pimiento y amenaza a los madrileños: La salud de los ciudadanos de la capital "está en riesgo". Hombre eso ya lo sabemos, ministro Illa, pero hay que ponderar ese riesgo y algunos preferimos las ponderaciones de un experto como Zapatero a las de un profano como usted.  

Mucha inversión en medios preventivos, cuya eficiencia no sabemos medir y escasos avances en tratamientos… donde apenas se actúa

Además, que el ministro de Sanidad provoque histeria entre los madrileños porque Moncloa se haya empeñado en tumbar al Gobierno Díaz Ayuso.  Y con un cinismo que sobrepasa los niveles conocidos hasta el momento, encima don Salvador exige lealtad - o sea, sumisión- a su víctma, el Gobierno de Madrid, y también exige obediencia -o sea, sumisión- a sus otras vícitamas: los madrileños a lso que pretenden encerrar. Y lo exige él, el hombre que sometió a loa españoles a arresto domiciliario y consiguió los peores resultados de toda Europa, el mayor fiasco en número de muertos por habitante. No sólo no dimitió sino que  ahora se nos ha convertido en matón.

De postre, ahora nos dicen que no sirvió de nada encarcelar -sin motivo- a hijos y padres… pero nadie ha pedido disculpas.

A lo mejor, deberíamos cambiar de modelo, en lugar de entonar la palinodia del que nadie se quede atrás y que las medidas drásticas salvaron vidas, porque las no drásticas, en otros países, salvaron muchas más vidas.

Y ahora nos dicen que no sirvió de nada encarcelar -sin motivo- a hijos y padres... pero nadie ha pedido disculpas

A lo mejor, deberíamos cambiar de modelo.