Mejor no llorar sobre la leche derramada. No hemos podido hacer las cosas peor durante el coronavirus. En casi toda España, los propios obispos prohibieron la Eucaristía y el Gobierno, también la impidió, aunque por vía indirecta: sólo podías salir de casa para ir a comprar comida, sacar el perro y cuatro cosas más. Por tanto, si ibas a misa, te podían detener.

Hubo párrocos valientes a los que les importó un bledo la prohibición interna y la externa y que siguieron oficiando la Eucaristía de forma cuasi-clandestina: ¡Bien por ellos!

Y ahora casi volvemos a la normalidad, que no es normal, sino la nueva normalidad hortera e interesada de Pedro Sánchez.

No olvidemos que el objetivo último de todo lo que está ocurriendo es acabar con la Eucaristía

Por tanto, en este nueva etapa hay que recuperar el tiempo perdido y eso sólo podrá hacerse multiplicando los dos sacramentos-clave de la vida cristiana: la confesión y la comunión. Sobre todo, esta última, hay que multiplicarla en número (si sólo se permite un tercio del aforo, multiplique el número de misas por tres) y, un pequeño detalle que nada tiene de pequeño: es el momento de recuperar la comunión en la boca, a ser posible con la supresión de la comunión en la mano. 

Y todo esto porque nos asomamos a un tiempo de profanación general, donde habrá que defender la Eucaristía con la vida.

Convendría pensar ya en la futura supresión de la comunión en la mano

Alguien ha aprendido que la Iglesia es indestructible pero si es paralizable. Si logras suprimir el Santo Sacrificio la práctica religiosa languidecerá y la Iglesia, ente sacramental, pasará a las catacumbas.

Y no olvidemos las tres etapas: supresión temporal de la Eucaristía por razones de seguridad. Modificación de la liturgia eucarística por una fórmula sincretista, ‘new age’. Cambiar la Eucaristía por la adoración de la Bestia. Con el coronavirus hemos entrado en la primera y me temo que con colaboración interna.

No sólo me refiero a la jerarquía que ha prohibido las misas, hablo también de los ‘lapsi’ que han obedecido las órdenes del Gobierno, sumisamente.

Tres etapas: supresión de la Eucaristía, fórmula ‘New Age’ de la Eucaristía profanada

¿O es que piensan que los efectos secundarios del coronavirus ya son cosa del pasado?