A medida que conozco más al personaje Pablo Iglesias hay algo que me llama más la atención la atención: ha estado en mil trifulcas pero jamás en primera línea, Iglesias es el clásico agitador que enardece a las masas para que le rompan la crisma al adversario político, pero él se reserva para hablar ante las cámaras de TV cuando ha terminado la marejada. La lengua la tiene siempre en movimiento pero sus manos permanecen quietas.

O sea, que es un intelectual.

Mañana del jueves en el Congreso. El vicepresidente segundo actúa en el Congreso y aprovecha para dirigirse al portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, y asegurar que Vox pretende un golpe de Estado. Cuando Espinosa le pide que rectifique, el matón, ahora con guardaespaldas y toda la púrpura del poder, da un paso más y asegura que si Vox no da un golpe de Estado es porque no se atreven. Espinosa de los Monteros asegura que esto es intolerable y opta por marcharse, momento en que el matón cobarde aprovecha para despreciarle de nuevo: cierre la puerta al salir.  

Por cierto, muy curiosa la actitud del presidente de la Comisión, el socialista Patxi López, ejerciendo de gorila del matón cobarde y observando hasta donde podía llegar Espinosa ante la provocación del Excmo señor vicepresidente.

¿Estamos o no estamos en pleno guerracivilismo? Porque esto recuerda mucho a la II República. También entonces había matones cobardes, y no sólo entre los comunistas.