La comparecencia de este martes de José Luis Olivas en el Congreso, en la comisión que investiga la crisis financiera, deja tres ideas principales sobre las que gira todo lo demás. A saber: que el expresidente de Bancaja y de Banco de Valencia, y vicepresidente ejecutivo de Bankia no sabía nada ni se preocupó por saber aquello que ignoraba. Por ejemplo, por qué las entidades en las que estuvo emitieron preferentes desde paraísos fiscales. Según Olivas, era lo que hacían todas las entidades, y punto.

La segunda idea fuerza: la crisis financiera fue global e, incluso, planetaria. No pierdan el tiempo buscando culpables, tampoco en España. Y si hay que culpar a alguien sería a todos los que tenían alguna responsabilidad en la economía de los países y en las distintas entidades financieras.

La última idea: el problema de las cajas de ahorro era, precisamente, que eran cajas de ahorro. En otras palabras, no podían acudir al mercado como sí hacían los bancos. Oiga, ¿y por qué tenían que acudir al mercado? ¿Por qué no siguieron el ejemplo de Ontinyent y Pollença, las dos únicas cajas que siguen funcionando como tales y que no han dado ningún problema?

Tiene gracia porque, según Olivas, estas dos entidades están muy bien gestionadas, pero limitan su actividad a financiar pequeñas cosas, como la compra de una vivienda, la renovación de muebles o la reconversión de una plantación de tomates en una de naranjas. Vale, ¿y qué? ¿Acaso es eso malo? ¿No habíamos quedado en que las cajas se caracterizaban por su carácter social y su especial vinculación al territorio?

En cualquier caso, Olivas no sabía nada y, al parecer por lo que cuenta, tampoco hizo demasiado para salir de su ignorancia. Eso sí, cobraba todos los meses, tanto las dietas como consejero de Bancaja y de Banco de Valencia, como el sueldo de vicepresidente ejecutivo de Bankia.

Sin embargo, lo más grave de Olivas no es eso. Lo peor es que concedió créditos millonarios que al poco tiempo se convirtieron en fallidos. Por eso sí que quiebran las entidades y se enriquecen los banqueros, y no por cosas como las tarjetas black. Por ejemplo, el préstamo de 520 millones de euros concedido por Olivas a sus amigos constructores, Juan Vicente Ferri y José Salvador Baldos, para financiar promociones inmobiliarias en el Caribe mexicano. La operación provocó pérdidas de 220 millones de euros y otros 140 millones fueron desviados a cuentas que los empresarios tenían en Suiza y Andorra.

Por cierto, Olivas ha aprovechado para sembrar dudas acerca de la inyección de 5.000 millones de ayudas y la venta por un euro de Banco de Valencia a Caixabank. Las cuentas de Olivas: los recursos propios de Banco de Valencia alcanzaban los 1.200 millones, suficiente para hacer frente a su déficit de provisiones de 500 millones. Es más, aún ‘sobraban’ 700 millones. Además, la propia Caixabank, según Olivas, anunció tras la adquisición, que había aumentado sus recursos propios gracias a los 1.400 millones de euros extra y otros 560 millones de créditos fiscales. “Empezamos a ver dónde van los 5.000 millones de euros”, ha señalado. “Alguien se benefició bastante de este tipo de decisiones”, ha recalcado.

En definitiva, con su comparecencia de este martes Olivas ha mostrado que su caradura no tiene límites. Y de lo único de lo que se arrepiente, según ha manifestado, es de haber aceptado ser presidente de Bancaja. No, no se emocionen, no se arrepiente porque crea que lo hizo mal. Se arrepiente por lo mal que lo ha pasado después.