Una cosa está clara: la economía mundial se está desacelerando. Lo vemos en las presentaciones de los analistas y de los bancos de inversión de cara al próximo año. Nadie habla de recesión -ni siquiera de crisis- pero lo cierto es que cada vez que se revisan las previsiones económicas, es para rebajar las expectativas anteriores. Pintan bastos.

En este contexto, el índice S&P 500, considerado el más representativo de la situación real del mercado, ha sufrido en diciembre la mayor caída desde la Gran Depresión. La preocupación es tan grande que el secretario del Tesoro de EEUU, Steven Mnuchin, llamó el domingo a los máximos responsables de Bank of America, Citi, JP Morgan Chase, Goldman Sachs, Wells Fargo y Morgan Stanley.

Nada que temer, al menos desde el punto de vista de los bancos norteamericanos, que, según el Departamento del Tesoro, “confirmaron que tiene suficiente liquidez disponible para los préstamos”. “No han tenido problemas de compensación o margen”, señaló el Tesoro en un comunicado en el que también confirmó que “los mercados continúan funcionando correctamente”.

Todo normal, pero, por si acaso, Mnuchin ha convocado este lunes a los principales administradores del sistema financiero estadounidense de Washington, así como a los funcionarios de la Reserva Federal y de la Comisión de Bolsa y Valores. Es el mismo grupo que fue convocado durante la pasada crisis financiera, en 2009.

Y sí, al margen de lo que digan los banqueros norteamericanos, vamos a toda velocidad hacia una nueva crisis, esta vez, de deuda.