Superada la primera impresión de desolación vamos a tener que hablar del ‘bendito incendio’ de Notre Dame. Al parecer, Europa también necesita que “le duela el amor” para reaccionar y salir de su tibieza.

Dos detalles: me entero por Carlos Esteban, en un estupendo artículo, que el capellán de los bomberos de París, el padre Fournier (nada que ver con la baraja) arriesgó su pellejo para salvar la vida del Santísimo (sí, he dicho la vida, aunque a Dios nadie le pueda matar) depositado en el Sagrario, así como la reliquia de la corona de espinas que, según la tradición (y la tradición no suele equivocarse) fue hincada por sus verdugos en la cabeza de Cristo.  

Sectarismo cristófobo hispano: la alcaldesa de París habla de “lugar de culto” mientras el presidente español prefiere lo de “joya” artística o “símbolo” cultural

Y ahora que hablamos de esto… una muy veterana presentadora de RTVE nos contó ayer que en el incendio se había salvado parte de los tesoros artísticos de Notre Dame, entre ellos una corona de espinas. Hombre, pues no sé yo el valor artístico que pueda tener una tosca corona de espinas tejidas por legionarios romanos, aunque confieso que soy profano tanto en arte abstracto como naif.

Es decir, el incendio de Note Dame ha servido para revelar que alguien se jugó la vida por salvar un trozo de pan que, según el materialismo práctico imperante, nadie puede admitir que sea el mismísimo Dios. Pero, mire por dónde, alguien se juega la vida por salvar e trozo de pan ácimo.

La corona de espinas de Cristo: un “tesoro artístico” de Notre Dame, según RTVE

En segundo lugar, el incendio de Notre Dame ha servido para que, en la atea París, que había convertido su catedral en reclamo turístico, la gente salga a la calle para rezar sin que nadie le convoque a una vigilia nocturna.

Pues entonces… ¡bendito incendio! Las piedras y la madera se reconstruyen, pero la destrucción de Nuestra Señora de París puede servir para recuperar el amor de Dios en el corazón de Europa.

A través de una tragedia, sí, pero es que necesitamos que nos duela el amor. Si no, no reaccionamos.

En plena Semana Santa, la izquierda española muestra su mezquindad cristófoba y la derecha su paganismo práctico

Y también ha servido para poner de manifiesto el sectarismo español. Y así, mientras la socialista Ana Hidalgo, alcaldesa de París, hablaba de que Notre Dame es, ante todo, un lugar de culto, y Emmanuel Macron, no muy pío él, daba el pésame, lo primero, a los católicos, en España, Pedro Sánchez prefería referirse a la “joya” arquitectónica de Notre Dame y El País hablaba de la catedral francesa como “símbolo cultural” de Europa. Esto no sólo es sectarismo cristófobo, es sectarismo hortera. Es cierto que el concepto cultura procede de culto y de cultivo, pero nuestros mayores construyeron las catedrales para adorar, no para admirar, del mismo modo que la evangelización y las profecías no se hacen para predecir, sino para convertir.

Un cura de fe salvó al Santísimo y la blasfema Paris volvió a rezar: ¡Bendito incendio!

La reacción gala es digna de elogio. Por contra, en plena Semana Santa, y al rebufo del incendio parisino, la izquierda española ha mostrado su mezquindad cristófoba y la derecha su paganismo práctico. Una situación que empieza a resultar mezquina, guerracivilista. No olviden que fue le odio a la fe la principal espoleta de la cruenta Guerra Civil española de 1936-1939.