Fin de un año aproximadamente horrible porque, como asegurara el cardenal Antonio Cañizares en un reciente artículo en La Razón, titulado Tiempo de balance, el problema de la humanidad este año finalizado sigue siendo el mismo: “el olvido de Dios, la negación de Dios, como si Dios no existiera”. El resto de problemas son mero excipiente.

Y en medio de esa apostasía general, el cristiano no ve motivos para la esperanza. Y olvida su guía fundamental desde que el mundo es mundo, mucho más ahora en época de oscuridad: la historia de la Iglesia siempre ha consistido en ir de derrota en derrota hasta la victoria final. 

Católico: ni sueñes con triunfar en el mundo

El cristiano tiene que meterse en la cabeza que nunca triunfará en el mundo porque no es del mundo.

En el entretanto, los católicos siguen preguntándose si el mundo es justo con ellos. Naturalmente que no lo es. Es más, no debiera serlo. El mundo es único criminal, y cuando el necio te aplaude, debes pensar en qué te has equivocado; y cuando el criminal te alaba es que tú también eres un criminal. 

Por lo demás, conviene distinguir entre fama y felicidad, realidades que suelen ser antitéticas. Por anticiparnos: el católico nunca triunfa en el mundo. 

Y al mismo tiempo, hablamos de un Dios de excesos

Y si caminamos de derrota en derrota no es porque lo pretendamos o porque nos lo exijan: se trata del estilo mismo de un Dios, creador, que prefiere el martirio al homicidio, que para redimir al hombre se deja clavar en una cruz: católico: ni sueñes con triunfar en el mundo.

Todo esto conviene recordarlo en Nochevieja. Para hacer balance y eso.