La caridad cristiana abarca a todos los hombres pero no a todos los principios. Me explico: a los teólogos, como a los científicos, les encantan las pegas a sus silogismos. Ellos son así.

No se puede amar a Dios y admitir la blasfemia

Por eso, les agrada debatir asuntos como aquello de que Dios no era capaz de fabricar un peso que fuera incapaz de levantar. Ergo, Dios no podía ser todopoderoso. Ergo, Dios podría no existir. Sí, ese es el final.

Ahora bien, que un ser omnipotente no pueda fabricar un peso que él mismo no pueda levantar no es más que una contradicción. Y sí, tiene razón: hay una cosa contra la que Dios no puede: la contradicción. Porque la contradicción es la nada y Dios es la existencia. Y, ya puestos, porque resulta que la nada no es nada. Una de esas tautologías contra la que no deja de rebelarse la modernidad, de suyo bastante idiota. 

No se puede amar al hombre lo mismo que a la máquina o al animal

Sí, es Nochebuena y entonces resulta prudente recordar lo siguiente: la caridad cristiana abarca a todos los hombres, pero no puede abarcar todos los principios. No puede abarcar la contradicción. La contradicción es la nada y la nada no es digna de ser amada. Los ejemplos son miles: no se puede amar a Dios y admitir la blasfemia. O no se puede amar al hombre lo mismo que a la máquina o al animal.

Por eso, la tolerancia permanente resulta una grandísima chorrada

Por eso, entre otras muchísimas razones, la tolerancia permanente resulta una grandísima chorrada.