Carmelo López Arias ha escrito en Religión en Libertad un espléndido artículo titulado: “La hipocresía de la élite progre: lapida a Matzneff por la pederastia que todos jaleaban desde el 68”.

En esa pieza, entre otras cosas, asegura lo siguiente: “el 26 de enero de 1977, 69 intelectuales franceses firmaron un comunicado en defensa de tres hombres que llevaban tres años en la cárcel por abuso de menores. Alegaban que las relaciones habían sido consentidas. Matzneff estaba entre los firmantes, junto a Guy Hocquenghem, fundador del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria. Y junto a ellos, nada menos que Jean Paul Sartre y Simone de BeauvoirRoland Barthes (uno de los padres del estructuralismo), Louis Aragon (comunista), Jack Lang (socialista y ministro de Cultura con Lionel Jospin durante la cohabitación con Jacques Chirac, y luego bajo François Mitterrand), Bernard Kouchner (cofundador de Médicos sin Fronteras y Médicos del Mundo, ex ministro de Sanidad con Jospin y luego de Asuntos Exteriores con Nicolas Sarkozy), André Glucksmann (saliendo en aquella época de su etapa de izquierdas), Daniel Guérin (anarquista)”.

Curioso elenco de defensores de la pederastia, entre los que figura el mismísimo fundador de Médicos sin Fronteras que hoy publica anuncios televisivos sobre su labor ayudando a niños a sobrevivir (a los niños que han logrado nacer, claro está, porque Médicos sin Fronteras le encanta repartir anticonceptivos).

Pero volvamos a la pederastia, ¿por qué se produjo un giro copernicano respecto a la pederastia -siempre repugnante- tras el mayo francés? ¿Por qué la pederastia -como la pedofilia- era progresista, un elemento más de liberación sexual, y ahora resulta inadmisible e imperdonable? Pues el giro progre, contra la pedofilia (ya saben que no es lo mismo, la pedofilia tiene más que ver con la teoría, pornografía incluida, que la pederastia, que es el concúbito con menores) se produce cuando estalla la pederastia clerical, mínimo comparada con la pederastia laical pero muy aprovechable como para lanzar una andanada contra el enemigo, contra la infamia, es decir, con la Iglesia católica.

Y cuando ya no se pueda exprimir más el ataque la Iglesia vendrá el reflujo: entonces el discurso culturalmente imperante volverá a defender la pederastia como una forma muy positiva de liberación sexual.