“La ley y el orden tienen que recuperarse en toda la nación”, dijo Donald Trump, al tiempo que lanzaba su promesa: “No habrá más saqueos, más violencia”.

Respondía con ello a los desórdenes montados por el caos George Floyd. Ya hemos dicho que estuvo muy mal… como mal ha estado toda la parafernalia interesada -por ejemplo, la del Partido Demócrata, que ha aprovechado el caso Floyd con una mezquindad inigualable- sobre un suceso que no da para más.

En USA, Donadl Trump retoma la iniciativa: su defensa de la policía ante la anarquía que reina en Estados Unidos cala entre los norteamericanos

Bueno, da para provocar locura, como la de ese reverendo negro -perdón, afroamericano, perdón afrodescendiente- que ha afirmado que Jesucristo no era más que un hombre de color perseguido y asesinado por el imperio de los blancos. O sea, una locura parecida a la de Nancy Pelosi arrodillándose durante 8 minutos para no poder levantarse después.

Y Barack Obama, uno de los peligros que asolan el planeta, intentando colocar a su señora, Michelle Obama -fructífera sociedad matrimonial la suya- como vicepresidenta de Joe Biden. O sea, con el ínclito Joe Biden, católico abortero, apoyado con entusiasmo por la mayor multinacional abortera del mundo, la Planned Parenthood.

¿Por qué será? La mayor multinacional del aborto, la Planned Parenhood, apoya a su rival, el católico abortero Joe Biden

Por el bien del mundo, que no de Estados Unidos, más vale que Donald Trump, gane las Presidenciales de noviembre. 

En cualquier caso, no es mera casualidad -las coincidencias existen, las casualidades no- esta ola de violencia que recorre el mundo. En París, una enfermera que primero hace calvos y luego lanza pedradas a la policía, acaba siendo golpeada y detenida por esa policía y se convierte en una víctima de la “extrema violencia policial”: ¿me siguen? Al parecer, no hemos caído en la cuenta de que la policía, en un país más o menos libre, no es más que un espejo de la violencia ambiental.

Mientras, Obama trata de colar a su esposa, Michelle, como vicepresidenta con Biden

En Londres, el coche donde viajaba Boris Johnson es atacado por un manifestante. En los regímenes dictatoriales, la violencia no es social sino institucional, pero Corea del Norte destruye los refugios de contacto creados con Corea del Sur mientras se reproducen incidentes mortales entre los ejércitos chino, cada día más capitalista, cada día más comunista, e indio, cada día más hindú, más ecopanteísta… más cruel, más cristófobo.

Una ola de anarquía inclina al mundo hacia un caos del todos contra todos. Y nada de esto es casualidad. Procede de la descristianización de la humanidad, que no del planeta tierra, y especialmente del Occidente cristiano… y más en particular de Europa, maestra de un mundo que parece haber olvidado hasta sus primeras letras.

El Consejo Europeo del viernes se celebra bajo el miedo a una violencia post-coronavirus creciente, sin origen preciso ni objetivos concretos

Todo ello en un Occidente engolfado en la venenosa ideología de género y en el castrante cambio climático. El Consejo Europeo del viernes 19 se celebra -telemáticamente, eso sí- bajo el miedo a una violencia post-coronavirus creciente, sin origen preciso ni objetivos concretos.

Tratará sobre el Plan de Reconstrucción europeo tras el Covid-19 pero ignora que con medidas económicas no se solucionará una crisis social, que es crisis de todos y todas los europeos y las europeas (que largo se hace el lenguaje inclusivo). Vamos, una crisis personal, por tanto social. Ningún Plan de Reconstrucción va a enmendar la descristianización de Europa.

Es más: el coronavirus, en lugar de volver a Cristo, nos está alejando de él. Si lo prefieren: está reduciendo a una minoría el grupo de fieles, no ya a Cristo, sino a los principios de la civilización cristiana.

Con medidas económicas no es posible solucionar la descristianización de Europa, maestra del mundo

¿Desesperarse ante la ola de violencia creciente? ¡Ni hablar! Ahora nos cuesta verlo, pero todo esto sucede para bien. Cuando la cuerda esté lo suficientemente tensa se romperá y habrá que volver a empezar. No será una revolución sino una reacción, una vuelta al pasado, que es la única manera de caminar en el presente con paso firme hacia un futuro mejor. Es decir de regreso al origen, es decir a la materia primada par forjar un mundo nuevo.

Después de todo, la historia del cristianismo se resume así: de derrota en derrota hasta la victoria final. Es justo lo que está ocurriendo ahora. La solución a la violencia creciente, al todos contra todos, no está en manos de Sánchez -eso parece claro- ni de Macron, ni de Merkel ni tan siquiera de Trump, sino de cada uno de nosotros. De todos y todas… pero contados de uno en uno: hay que volver a Cristo, a la esperanza cristiana.

Lo demás, también una economía robusta, como aseguraba la vicepresidenta Nadia Calviño, vendrá por añadidura. Entre otras cosas, porque nada de lo que ocurre, desde luego no la violencia creciente, de tono ácrata, pasa por casualidad. Y la crisis económica es la consecuencia, no la causa.