Campañas en defensa del payaso y del cómico. Ahora bien… cuando se trata de injuriar, la ironía no es un atenuante sino un agravante peligroso, que multiplica el daño infligido a la víctima, pues al insulto añade el ridículo.

Estas navidades coinciden con una fuerte campaña en favor del cómico. No sé si lo saben pero el borde de Daniel Mateo Patau, la mano derecha, izquierda o central, según se mire, de José Miguel Monzón Navarro, ha sido llevado a los tribunales por sonarse los mocos con la bandera española. Saldrá libre y heroificado, naturalmente, como salió libre y con honores cuando se burló de la Cruz de Cristo, que es mucho más grave y, naturalmente, desde entonces, Mateo Patau y Monzón Navarro se dedican a la blasfemia continuada en que se ha convertido el programa de La Sexta, del muy conservador grupo Planeta.

A los payasos profesionales les sobra solemnidad, dignidad y gravedad

Los cómicos profesionales no hacen humor, porque la clave del humor es la alegría. Con excepciones, los cómicos profesionales, los que cobran por hacer reír, no hacen otra cosa que injuriar. Son incapaces de reírse de sí mismos.

Entre otras cosas porque cuando se profesionaliza, el humor se convierte en sarcasmo. Cobran por reír y sólo saben insultar. Entre otras cosas, porque a los payasos profesionales les sobra solemnidad.

Por el contrario, la Navidad se enraiza en un hecho relevante y poco solemne: un niño que nace en un pesebre. La Navidad es religión y la religión, o es divertida o no es verdadera. La Navidad es tradición, es la democracia que nunca falla… porque es la democracia de los muertos.

Los cómicos profesionales, los que cobran por hacer reír, no hacen otra cosa que injuriar. Son incapaces de reírse de sí mismos

Resumiendo, la Navidad es más sencilla. Cuando se trata de injuriar, la ironía no es un atenuante, sino un agravante peligroso. Los cómicos profesionales no hacen humor, porque la clave del humor es la alegría y ellos andan sobrados de dignidad. A los payasos profesionales les sobra solemnidad, dignidad y gravedad. Como payaso o cómico, sólo nos sirve el aficionado, el que no cobra por hacer reír.