El principio clave es que a las personas nunca hay que juzgarlas por lo que ganan, sino por lo que gastan. La progresía, sin embargo, es muy aficionada a condenar al que gana muchos, merecidamente o no, porque lo suyo no es la justicia social, sino la envidia general.

Ahora apliquemos esto a la situación actual. El Gobierno Sánchez ha proclamado una subida de impuestos. El Ejecutivo socialista pretende aumentar el gasto público que, según la ministra de Economía, a la que ya se conoce en Madrid como ‘Nada’ Calviño, no afectará al déficit. Y tiene razón: no afectará al déficit pactado con Bruselas, como hacen los malos alumnos, pero sí al déficit real.

Tras llegar a Moncloa sin pasar por las elecciones, Sánchez pretende ahora anular las últimas elecciones

Al tiempo, naturalmente, se subirán más los impuestos. Que se suba el IRPF a los ricos es una cuestión de fuero, que no de huevo. Sencillamente, en una sociedad avanzada, el ahorro se convierte automáticamente en inversión. No hace falta freír a impuestos a las rentas altas. Más bien, dales duro en el IVA, cuando se gastan el dinero en lo que no es necesario. Pero, por favor, no vendas que subiendo impuestos estás ayudando al pobre: estás ayudando al político que los recauda, que administra el dinero de los demás.

Pero claro, para el progresista, de izquierdas o de derechas, que también los hay, el objetivo no es la justicia social, sino la envidia general.

Lo de los progres no es la justicia social sino la envidia general

Y luego está la forma de hacerlo. El martes 18, una vez más, el Gobierno Sánchez, que llegó al poder sin pasar por las elecciones, intentó obviar los resultados de las últimas elecciones, que otorgaron la mayoría al Partido Popular en el Senado. Lo intentó, de nuevo, con una tramitación exprés del techo de gasto y de los Presupuestos. Y, afortunadamente para la credibilidad del sistema, falló.

Y ojo, lo más preocupante del este Ejecutivo insensato no es la subida de impuestos (en el IRPF, será marginal), sino el aumento del gasto público, es decir, el derroche general que nos llevará mismamente hasta la próxima crisis.