El 8 de marzo colectivos feministas convocaron a una multitudinaria manifestación en el centro de Ciudad de México. De acuerdo al Gobierno de Ciudad de México, sumaron cerca de 80 mil participantes.

El recorrido de la marcha feminista estuvo marcado por la destrucción de propiedad pública y privada, así como los daños a iglesias católicas, entre ellas la Catedral Metropolitana de México.

En esa jornada, cinco jóvenes provida fueron detenidos mientras defendían la Catedral Metropolitana de México de las agresiones de las violentas feministas, fueron trasladados a un reclusorio de la capital mexicana.

Los jóvenes fueron detenidos junto a un menor de edad, que fue liberado sin acusación formal el 9 de marzo. De acuerdo a un comunicado publicado por el Gobierno de Ciudad de México, se les acusó de agredir “a un grupo de manifestantes a las afueras de la Catedral Metropolitana”. Su abogado, José Luis Rodríguez Solís, declaró a Aciprensa: “Inicialmente se les acusó de lesiones, portación de objetos con los cuales se puede causar daño a una persona, en este caso piedras y palos, y por perturbar la paz pública. Ya todos esos delitos ya se cayeron”, dijo. Al no poder comprobar esos tres delitos, continuó, “les crearon un nuevo delito, que es el de discriminación a mujeres”.

Al parecer, se pretendía incluir a los cinco jóvenes en un grupo neonazi que estuvo presente en la manifestaión cuando llegó el primer grupo de violentas feministas a la Catedral, sobre las 4:00 p.m., pero desapareció poco después. Cuesta creer que los neonazis tengan como misión defender las iglesias. Igual que cuesta creer que los jóvenes provida defendieran la Iglesia, a sabiendas de que puedan incluso ser detenidos, si realmente no les importa protegerla. 

Estos sucesos recuerdan al episodio en el que Hebe de Bonafini , dirigente de Madres de Plaza de Mayo, utilizó el altar de la catedral de Buenos Aires, templo a cargo del entonces arzobispo Jorge Bergoglio, como baño, llegando a defecar en el propio altar. Hasta ahí podíamos llegar... y hasta ahí llegamos.

Volviendo a México, para Arturo Segovia, presidente del Consejo Veracruzano +Vida+Familia, la detención de los jóvenes provida es una señal de que “comenzó la persecución de los cristianos en México”.