Margaret Brown niña nacida de fecundación in vitro (FIV), describe su caso, el horror de la Fecundación artificial: “Tengo el sueño recurrente de estar flotando en la oscuridad mientras giro sin parar cada vez más deprisa en una región sin nombre, fuera del tiempo. Soy una persona que nunca conocerá la mitad de su identidad. ¿De quién son mis ojos? Me he preguntado si no habrá otros secretos que se me ocultan”.

Era Margaret Brown una de las niñas FIV que, ya no niña sino adulta, muestra su drama. Un drama marcado por lo que muchas clínicas FIV aseguran que ofrecen vida, cuando lo cierto es que la FIV, es, antes que nada, muerte.

Pero como hemos aceptado la fecundación asistida, no sólo como algo soportable sino como algo formidable que, además, ha provocado grandes fortunas, a nadie le asombra ir al médico y pasar por delante de un departamento FIV, la fábrica de embriones crioconservados, de eliminación de embriones y de cosificación de la reproducción humana.

La alabada FIV no es vida, es muerte, y cosificación de la raza humana

Historia de Margaret: su mamá compró un chorrito de esperma de no se sabía quién porque quería tener la experiencia de ser mamá, que es lo que a mí me ha ocurrido siempre con la Antártida: siempre he querido tener la experiencia de conocer el polo sur.

Y lo que es peor, la mamá de Margaret probablemente tuvo que eliminar varios hermanitos Brown (fuera con diagnóstico preimplantatorio o con aborto selectivo postimplante) porque claro, resulta que quieren ser mamás y papás… pero no de quintillizos, ni tan siquiera de gemelos. Sólo mamá de uno… pues se trata de una experiencia.

Señores: la fecundación artificial supone la eliminación de millones de embriones y su utilización como cobayas de laboratorio, además de la cosificación de la raza humana.

Que no: que no la FIV no es vida, es muerte y los presuntos flotan en la oscuridad, con su identidad malformada, con su origen desconocido.