Con las prisas normales de un fin de semana que precede a un largo puente, y en un día en el que la presentación de las cuentas del primer trimestre de la segunda aseguradora nacional se ha solapado con la de algunas entidades financieras, me vine a la memoria una conversación que mantuve el otro día con un colega en la que hablábamos de los paralelismos entre la situación financiera de los dos sectores, bancos y aseguradoras. Y venía a cuento de algo que ya he comentado alguna vez en estas páginas, que es la diferencia en el grado de rigurosidad que aplican sus dos reguladores: Banco de España (BdE) y Dirección General de Seguros (DGS).

El BdE ya ha pasado una crisis profunda y le ha servido para aprender que cuando se te van de las manos, tus regulados pueden provocar (de hecho han provocado) severos daños en la economía. Por el contrario, parece que el regulador de seguros está muy tranquilo. Pero cuidado, porque creo que el sector lleva un tiempo demostrando ciertas debilidades económicas que, si no lo conoces, pueden pasar desapercibidos.

Por ejemplo, puede resultar difícil ver que las tormentas en la costa este de EEUU han vuelto a suponer unos costes netos de 19,8 millones de euros (M€) y que el grupo ha tenido que hacer una ampliación de 120M€, de los que ha desembolsado 60M€, para mejorar la solvencia de su filial VERTI (Italia). Pero resulta meridianamente clara la bajada consecutiva en las primas cobradas en este trimestre: en el negocio de no vida, un -4,8% (252M€) y en el negocio de vida, un -15,5% (225M€). Ésta, en teoría, es la fuente de ingresos de la compañía, pero ahora me pueden preguntar: ¿Cómo es que el resultado neto obtenido es positivo, 187M€ (-9,3%) respecto a marzo de 2017? Pues gracias a los resultados técnicos (primas-siniestros-gastos) y al resultado financiero de las inversiones que la compañía ha de realizar para asegurar que pueda hacer frente a los desembolsos por siniestros.

Con una siniestralidad entre el 60 y el 70% en Hispanoamérica, de un 76% en América del norte (79% en EEUU) y de un 80% en Eurasia, resulta casi un milagro que el resultado de no vida haya crecido un 10% hasta los 279,6M€ y que el de vida solo haya bajado un 42,3% hasta los 130,1M€. Como siempre digo, históricamente el negocio de vida es el que menos aporta al resultado de las compañías por las coberturas técnicas que han de tener en activos más o menos líquidos que cubran la revalorización de las coberturas. Evidentemente, en la situación económica actual, la rentabilidad de las inversiones en activos es mínima por lo que Mapfre ha vuelto a la inversión en inmuebles. En esta línea, el director financiero, Fernando Mata, ha señalado durante la presentación de los resultados, que el plan es volver a productos de inversión de menos riesgo a partir de 2019.

Estas son las cifras principales de la cuenta de resultados. Pero en las aseguradoras son tan importantes o más las cifras del patrimonio neto que en Mapfre continúan reduciéndose: a 31 de marzo presentaba una cifra de 10.326M€ mientras que en marzo de 2017 la cifra era de 10.513M€. Las cifras atribuidas a la sociedad dominante han sido 8.465,8M€ frente a 8.611,4M€, con un impacto de -297M€ por contingencias de valoración de contratos de seguro.

La deuda de la compañía, que de los 2.818M€ registrados en marzo de 2017 pasó a los 2.327,4M€ en diciembre de ese ejercicio, en este trimestre ha vuelto a crecer hasta los 2.410,3M€, con una ratio de apalancamiento del 18,9%, mientras que en marzo de 2017 se encontraba en el 20,1%.

Lamento no estar de acuerdo con la explicación dada por su presidente, Antonio Huertas, sobre los resultados. Cierto es que el pasado ejercicio contaron con 27M€ por la cancelación de una provisión, pero cuesta aceptar que, con los tipos de interés y la rentabilidad actual de los activos financieros, la siniestralidad haya sido tan baja que haya compensado la pérdida de primas en todas las áreas geográficas y en todas las actividades aseguradoras. La ecuación del negocio asegurador es bastante sencilla como para que falle.