Los bancos españoles han tirado la toalla: los tipos de interés no van a subir en el corto plazo y ya veremos qué futuro les espera en el medio y largo. De momento seguirán en terreno negativo, con la consiguiente merma que eso supone para el negocio típico bancario en general y para las entidades en particular.

Ante este panorama tan poco alentador, los bancos han decidido tomar la iniciativa para evitar que 2020 sea recordado como el ‘annus horribilis’ para el sector después de un 2019 claramente mejorable. La acción se concreta en dos peticiones: que el BCE deje de aumentar las exigencias de capital y que el Banco de España relaje el calendario para la reducción de activos tóxicos y de créditos morosos.

Las dos peticiones están más que justificadas. La deuda que deben afrontar los seis principales bancos españoles durante 2020 asciende a 46.320 millones de euros, una cantidad que no quita el sueño a nadie pero que sí desanima en caso de lanzar una ampliación de capital si las exigencias del BCE empujan a ello.

A las exigencias de capital se suma la reclamación del Banco de España (BdE) para que reduzcan, cuanto antes, los activos tóxicos y los créditos morosos, que ascienden a 57.786 millones de euros. Precisamente, ha sido esta última reclamación la que ha provocado más quejas dentro del sector, que se pregunta de qué lado está el gobernador del BdE, Pablo Hernández de Cos, si del suyo o del BCE.

En cualquier caso, si el supervisor -en sus versiones continental y nacional- acusa recibo de estas peticiones, las entidades españolas estarían dispuestas a analizar fusiones en las que, por cierto, no cree nadie y menos todavía con los tipos de interés negativos. Está en juego la supervivencia de la banca doméstica.