La todavía directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), la francesa Christine Lagarde, obtuvo el apoyo de la Comisión de Economía del Parlamento europeo en la tarde-noche del miércoles. Nada menos que 37 votos a favor, sólo 11 en contra y cuatro abstenciones.

¿Y qué programa de gobierno, como futura presidenta del Banco Central Europeo (BCE), había planteado Lagarde? Pues una macedonia de monetarismo y keynesianismo, es decir, de capitalismo financista y de robo socialista a la propiedad privada, que podríamos definir como capitalismo financista de Estado. O sea, lo peor de cada casa.

El universo Lagarde es un mundo de especulación financiera, disfrazado de socialismo paternal. Una ruina

Traducido: Lagarde mantendrá los ‘estímulos’ monetarios para evitar la recesión que ya asoma en Europa. Dinero barato a tutiplén. En seguimiento de la política suicida de Mario Draghi y de Japón, basado en el curioso principio monetarista de que la creación de riqueza consiste, no en producir bienes y servicios, sino en producir dinero.

Al tiempo, Lagarde anima a los países europeos a más inversión pública en infraestructuras. Yo diría que sobra inversión en infra-estructuras y que lo que le falta a la economía moderna, sobre todo a Europa, es producir algo en las sobre-estructuras, que funcionan sobre esas infraestructuras.

Al final, la economía mundial se ahoga en un océano de liquidez. El dinero barato no es bueno, es malísimo

Y, sobre todo, lo que Europa necesita no sólo es menos Estado y más propiedad privada, sino más propiedad privada pequeña (PPP). Recuerden, la propiedad privada es como el estiércol: estupendo y fructífero mientras está bien repartido. La PPP es lo que hace hombres libres y aquello que choca con el proyecto Lagarde, por monetarista y por keynesiano. Es un mundo de especulación financiera, disfrazado de paternalistas intenciones socialistas. Una ruina.

Si Europa pretende evitar la recesión con dinero barato e inversión pública, tenemos crisis asegurada. Además, una sociedad envejecida con un monstruoso Estado del Bienestar nos conduce a la crisis permanente. Bueno, ya estamos en ella.

Y, al final, la economía mundial, no sólo la europea, se ahogará en el océano de liquidez que llevamos creando desde hace ya casi medio siglo.