Pedro Sánchez gobierna gracias a un frente popular formado por socialistas, neocomunistas (Podemos) y nacionalistas catalanes y vascos. Igualito que en los prolegómenos de la guerra civil de 1936. Son grupos muy dispares en lo que se refiere a la unidad de España, a los modelos económicos (aunque en este punto sólo enfrentan el capitalismo de Estado de Podemos con capitalismo privado de un PNV) o con la policía sobre migración.

Pero sí existe, como en 1936, algo que une a los tres colectivos: su cristofobia.

Pedro Sánchez salva una pelota de partido cada viernes, en cada consejo de ministros.

El odio a Cristo salva, por ejemplo, las diferencias en política económica, emigración o unidad de España

Y como resulta imposible reconciliar a los majaderos independentistas de Convergencia (siempre Convergencia), a los ególatras del PNV, a los neocomunistas antisistema de Podemos y otras fuerzas centrífugas, cada viernes, Pedro Sánchez se ve obligado a darle una toba al cura debe darle una toba al cura para mantener la unidad de la argamasa frentepopulista.

El viernes 31 de agosto toca, una vez más, la momia de Franco. Pero, ojo, lo del Valle de los Caídos, no se engañen, no tiene nada que ver en la mente de Pedro Sánchez con el dictador del que tanto hablan: tiene que ver con la desacralización del Valle o conversión en “un cementerio civil”: derribar la cruz, desacralizar la basílica donde se consagra y expulsar a la comunidad  benedictina que allí reside. La momia de Franco es sólo es la excusa, porque, en algún sitio tendrán que reposar sus restos, salvo que queramos profanar un cadáver de hace 42 años.