• Y ese escenario lleva a una ley, que quiere el ministro para decidir qué se cierra, cómo y quién lo paga.
  • El sector ve improvisación en Nadal, que sufre por su lado la falta de acuerdo con el PSOE y Ciudadanos.
  • Las eléctricas piden una 'hoja de ruta' y no les preocupa tanto que se regule sino cómo regulará.
  • Nadal es consciente de la necesidad de suministro, le preocupa el futuro de la nuclear y quiere contar con todas las fuentes.
  • A las eléctricas lo que les preocupa es la viabilidad de las centrales de generación y exigen libertad también para cerrar.
  • Otra cosa es la división entre ellas, como se ve en la energía nuclear y el carbón con Iberdrola y Endesa frente a frente.
El cierre de la central de Garoña abrió, primero, el debate sobre el futuro de la energía nuclear al que se ha unido, después, otro debate no menos inquietante, el de las rentabilidades razonables. El ministro de Energía, Álvaro Nadal, aclara poco, lo que ha rebotado a todo el sector, pero no puede hacer mucho más por la falta de apoyo parlamentario para planificar la política energética (no tiene un acuerdo con PSOE y Ciudadanos). Al mismo tiempo, Nadal ha dejado claro que quiere sumar todas las tecnologías para el mix de generación (carbón, nuclear hidráulica, renovables y ciclos combinados) y así garantizar el suministro, cumplir con los objetivos medioambientales y que bajen los precios (para contentar al consumidor), pero no ha desarrollado más esa idea. Las eléctricas, mientras, están de uñas con el ministro por el probable recorte en las retribuciones y por la ausencia de una hoja de ruta clara para negociar, algo que no ven. De momento, lo que ven, sobre todo, es un estilo bolivariano de Nadal para que las empresas se plieguen, sin más, a la política energética del Gobierno, junto a la imposibilidad para cerrar las centrales. No les preocupa tanto que se regule sino cómo se puede regular. En el caso de las centrales de ciclo combinado, todas ellas -Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, EDP y Viesgo-, plantean la libertad de cerrarlas si no son viables. No es que quieran cerrarlas porque sí, sino que quieren cerrar cuando no sean rentables. Y no son viables o rentables, además de por la actividad, por los impuestos atípicos que asumen o la fiscalidad que se aplica. El ex ministro de Industria José Manuel Soria se planteó legislar una serie de pagos complementarios por capacidad, como en el caso del carbón, pero la iniciativa no salió adelante. Nadal, de momento, no ha dicho nada al respecto, salvo que preparaba un proyecto para regular el procedimiento de cierre de instalaciones y abrió una consulta para recabar la opinión de las eléctricas. A la irritación de las eléctricas han contribuido también otros gestos. Por un lado, que Nadal se mosqueara con Endesa por el anuncio de cierre de dos plantas térmicas y reaccionara, después y con cierta improvisación, con el aviso sobre un decreto para evitar los cierres, sin más, decididos por las empresas. El último cabreo ha venido de la reunión de Industria con Goldman Sachs antes que hablara con ellas sobre la próxima regulación energética. Esa filtración, como saben, derivó en un informe del banco de inversión que rebajaba un 8% la rentabilidad del sector y provocó pérdidas de casi 3.000 millones en la capitalización de esos valores. Fue el jueves. El Gobierno, en paralelo, ha pedido cautela a las eléctricas ante la previsible rebaja de la rentabilidad del sector por la próxima reforma, pero no ha calmado la irritación en el sector. Y al mismo tiempo, Nadal ha constatado que las posiciones entre las eléctricas no son coincidentes. Iberdrola es partidaria de cerrar el carbón y cambiar la fiscalidad de las centrales nucleares para que sean rentables, mientras que Endesa quiere mantener el carbón y es una potencia en lo nuclear. Gas Natural Fenosa cree que el escenario ha cambiado -con las subastas de renovables-, lo que obliga a reconsiderar la situación de las centrales de ciclo combinado, cuyo funcionamiento (por si acaso, a pesar de su escasa actividad, para garantizar el suministro) compromete sus cuentas, algo en lo que coincide con el resto de las eléctricas. Ahora bien, Nadal tiene claro que es necesario alargar la vida de las centrales nucleares hasta 2030 -a partir de ahí, ya veremos-, del mismo modo que quiere mantener activas el resto de fuentes de energía, con sus ventajas e inconvenientes, en su triple fin: seguridad en el suministro, eficiencia en el precio y objetivos medioambientales. También el carbón, a pesar de las emisiones de CO2, porque contribuyen a que el precio de la electricidad baje. Sobre las nucleares no tiene dudas, al menos hasta que se solucionen los problemas derivados del bajo nivel de interconexión. Todas las centrales seguirán funcionando, mediante las licencias cada diez años, en el plazo de vida útil de 40 años para el que fueron preparadas tecnológicamente. Rafael Esparza