Christine Lagarde es francesa y es política, dos defectos tremendos pero que coadyuvan en una misma dirección. La exdirectora general del FMI y ahora presidenta del Banco Central Europeo (BCE) llegó a Francfort asegurando que lo suyo era la continuidad respecto a Mario Draghi.

El italiano se había despedido echando más agua al océano de liquidez que nos ahoga, con tipos en cero o negativos y aceptando sin mirar cuanta deuda pública quieran emitir los gobiernos y cuanta deuda corporativa quieran emitir las grandes empresas. Lagarde, según sus propias palabras se disponía al continuismo y aceptaba las dos irresponsabilidades mayúsculas de Draghi, la mayor y la menor: la mayor, la de los políticos que endeudan a su generación y a la de sus hijos para poder ‘lucir bello’ mientras se mantienen en el gobierno. La menor, la de las empresas que se financian en el BCE y no en el mercado. Y a esta la llamo menor porque los políticos no responden ante nadie (bueno sí, ante el parlamento -jo-jo-jo-), no dan cuenta a nadie, bueno sí, al futuro, pero el futuro es un niño en las rodillas de los dioses. Por el contrario, los CEOS de las empresa tienen que dar cuentas a los accionistas que ahora no son particulares sino fondos y a los que no les agrada el endeudamiento excesivo. Al final, la deuda se pagan y siempre toca pagarlas en el peor momento. En cualquier caso, la irresponsabilidad mayor, la púbica, y ala irresponsabilidad menor, la privada.

La francesa subirá los tipos utilizando la excusa del objetivo variable de inflación 

Pues bien, Lagarde se dispone a cambiar la política Draghi -despacito ¿eh?-, convertida hoy en un principio indiscutible, bajo la original fórmula de una “revisión estratégica”. El programa de Lagarde podría resumirse así: salvar a la banca, reducir la deuda pública.

Y así, se está imponiendo en Francfort la salomónica teoría de situar el precio del dinero en el 1%. Suficiente para que la banca sea rentable y para que la deuda resulte atractiva. A los banqueros españoles que con más asiduidad visitan Francfort ya se les ha comunicado la nueva doctrina.

Ahora bien, la teoría afirma que el BCE sólo tiene un objetivo: controlar la inflación. Es mentira claro, pero así se exhibe. Y el objetivo de inflación de Draghi era -y es- el 2%.

Para entendernos, que Lagarde quiere enterrar a Draghi. Y hace bien. El asunto es si podrá enterrar también a la Reserva Federal

Como estamos por debajo de esa cifra Draghi se podía permitir el océano de liquidez que creó, con el que se suponía que ganábamos todos (mentira) y sólo perdía la banca (verdad). Así que la francesa subirá los tipos utilizando la excusa del objetivo variable de inflación. Si en lugar del 2% el objetivo se situara -un poner- entre el 1 y el 2%, podríamos subir los tipos hasta el 1% y comenzar a presionar a los gobiernos del euro para que empezaran a pensar en reducir su deuda en circulación y, en cualquier caso, que paguen, no cobren, por emitir bonos y aumentar aún más el nivel del mar de liquidez (ese sí que nos puede anegar y no el cambio climático).

Para entendernos, que Lagarde quiere enterrar a Draghi. Y hace bien. El asunto es si podrá enterrar también a la Reserva Federal. La verdad es que si sube los tipos al 1% (hoy en el 0%), se casi homologaría con los norteamericanos (1,5%).

Naturalmente, Lagarde no puede hacer esto de la noche a la mañana. Es política, antes que economista. Pero está en ello.

Evitar que los bancos quiebren no es mala idea, por dos razones: perdemos todos y los sustitutos de la banca son peores que la banca

Y es que doña Christine, tras su paso por el FMI, es muy consciente de que los revolucionarios que se deleitan con la caída de los bancos no se dan cuenta de que cuando un banco se quema algo tuyo se quema. Es más, el que casi nunca se quema es el banquero.

Por tanto, hacer imposible el negocio bancario, como hizo Mario Draghi, no es bueno para nadie. Entre otras cosas porque los sustitutos de los bancos (por ejemplo los fondos) son mucho peores que los bancos.

Lagarde habla el jueves 12: escuchémosla.