La Reserva Federal (Fed) ha aumentado un cuartillo los tipos de interés, a un rango de entre el 2% y el 2,25%. No ha habido sorpresas y la medida ya estaba descontada, aunque afectará al resto de los bancos centrales, más pronto que tarde, por la globalización de la economía. Sin embargo, esto no es el final del océano de liquidez en el que se mueve la economía mundial.

Draghi, no obstante, ha dicho esta misma semana que el BCE mantendrá los tipos en el nivel actual “durante el verano de 2019”. Otra cosa es lo inevitable: ahora está más presionado que antes, por el efecto que puede tener en la inflación y en la fortaleza del dólar. La subida en EEUU afecta también y sobre todo a los activos financiaros, que pierden atractivo en Europa.

La situación en China, con los tipos al 4,35% desde 2015, es distinta, porque se trata, al fin y al cabo, de una economía intervenida, y en consecuencia con más mecanismos para contestar. Los analistas restan importancia además, al efecto que puede generan en su economía una mayor debilidad del yuan frente al dólar ya que el tipo de cambio permanece generalmente estable.

La Fed tiene previsto subir los tipos tres veces el próximo año

La Fed ha previsto subir los tipos cuatro veces en 2018, tres el próximo año y una en 2020, que mantiene sin cambios. Su presidente, Jerome Powell (en la imagen) justifica el aumento por la previsión optimista del PIB -con los datos de empleo, inversión y consumo- (entre el 3,1% este año y el 2,5% en 2019) y por la ausencia de presiones inflacionistas, en el 2%.

La situación en Europa es distinta. El BCE ha revisado una décima a la baja, este mes, la previsión de PIB de la eurozona (al 2% en 2018 y al 1,8% en 2019), por la debilidad del comercio global, con una inflación por debajo del 2%. Al mismo tiempo, reducirá las compras de activos a partir de octubre y hasta final año, a 15.000 millones al mes, y podría terminar con ellas si se confirman sus previsiones de inflación.