Pedro Sánchez se ha convertido, junto a los separatistas catalanes en el factor que acelere una guerra civil en España. Pero ojo, esta guerra ya no será como las de trincheras, de izquierdas contra derechas, como en 1936, sino un todos contra todos, en un pueblo que ha perdido su factor de unidad principal, más fuerte que en ningún otro país europeo: su fe en Cristo y su amor a Santa María.

Esto es lo principal y a ello han coadyuvado dos fuerzas: el fantasmón atolondrado, Pedro Sánchez, y el secesionismo catalán. Ambos han identificado el ateísmo con el progresismo y con el separatismo.

El franquismo no fue una dictadura por la influencia de la Iglesia. En todo caso, dictablanda

Po eso, aunque cada vez son más los que hablan de guerracivilismo y de una más que posible guerra civil en España, la mayoría cierre los ojos y prorrumpe en escándalo: ¡Qué exageración, qué barbaridad: hablar de guerra civil!

Es lógico. Porque la guerra civil que se está propiciando desde distintos lados no es una guerra de trincheras, al modo clásico, como la de 1936-1939. Es una guerra de trincheras, un todos contra todos. Si quieren una imagen, y me temo que somos incapaces de concebir algo si no es a partir de una imagen, piensen en una guerra civil de corte bolivariano, como la que sufren hoy en Venezuela, donde no hay un Estado de guerra pero sí un éxodo masivo de todos aquellos que se atreven a enfrentarse a Nicolás Maduro que, no nos engañemos, lidera un régimen ficticio, una dictadura casi explícita y, en su artificio, una tiranía especialmente miserable.

Lo que viene ahora no es una guerra civil como la de 1936, izquierda contra derecha, sino un todos contra todos

¿Cómo se ha llegado a esta puerta de entrada al bolivarianismo en un país como España? Pues mintiendo, naturalmente. Con el Valle de los Caídos tenemos un buen ejemplo de mentira continuada y de artificio permanente. Últimamente, se oye más que toda la transición eso del “dictador Franco”. Pero Franco no era Hitler: en primer lugar porque su golpe de Estado nos libró del comunismo. Más: los nacionales ganaron la guerra de 1936 porque la democracia de la II República arremetió contra los católicos de forma muy poco democrática y asaz homicida. Y sobre todo: el franquismo no fue una dictadura por la influencia de la Iglesia. En todo caso, dictablanda.

Ni tan siquiera Primo de Rivera fue un fascista, aunque su falange tomó las formas del fascio italiano y aunque alguno de sus correligionarios sí tenían impronta fascista. ¿Por qué? Por lo mismo, porque Primo de Rivera, como Franco, eran hombres de fe cristiana. Por eso nunca alentaron un Auschwitz. Es más, Franco apoyó a muchos judíos huidos de los nazis. Pero tampoco estaban dispuestos a implantar los soviets a la forma de Lenin o por la de Pablo Iglesias: ni por la vía revolucionaria ni por las urnas.

El problema es que España ha dejado de ser católica

Ahora bien, la nueva guerra civil, y Pedro Sánchez camina hacia ella de cabeza, convencido, además, de que esto es lo progresista, no será una guerra de trincheras. Por eso no la vemos venir.

El problema es que los españoles han perdido la fe. En 1936 estaban dispuestos a dar su vida por Cristo. Ahora no están dispuestos a defender otra cosa que sus intereses primarios. Y eso, sin dar la vida, claro, Pero el odio sigue creciendo. Eso sí, un odio que incluso se disfraza de pacifismo, como en el separatismo catalán, y que genera estallidos de violencia cotidiana, de egoísmo, de mentira y de perversión. ¿La solución? Volver a Cristo. De hecho estamos obligados a elegir entre el regreso a Cristo o el bolivarianismo ‘madurito’.