• La compañía plantea una quita de deuda del 30% antes de ampliar capital entre 30 y 40 millones.
  • La negociación con la banca sigue, a la vez que las gestiones para que entre dinero nuevo.
  • El Gobierno vasco acumula tensión con Bruselas por las ayudas a empresas privadas en el pasado.
  • No le queda otra que esperar al desenlace de la reestructuración privada y el compromiso de la banca.
El último movimiento para salvar La Naval de Sestao, el historio astillero vasco, lo dieron los propios accionistas, al aprobar una ampliación de capital entre 30 y 40 millones de euros. Ahora bien, el Gobierno vasco va a quedar al margen. O si lo prefieren, no va poner dinero. Otra cosa es el mensaje oficial, por ejemplo de la consejera vasca afectada, Arantza Tapia -optimista, naturalmente-, sobre el futuro del astillero. Para el Gobierno vasco, la posición del astillero es competitiva, dispone instalaciones (en la imagen) y, además, está muy bien equipado tecnológicamente. Los mensajes de apoyo, por tanto, entran dentro de la lógica, sin olvidar  -importante- que están en juego casi 2.000 empleos. Ahora bien, una cosa ese eso y otra, muy distinta, ayudar a esa situación por otras vías estrictamente financieras, como las líneas de crédito. Sobre este punto no hay alternativas y todo pasa por los acuerdos a los que llegue la empresa con los acreedores. Se trata, en suma, de una reestructuración privada. Hay que tener en cuenta también el propio desgaste del Ejecutivo vasco con las autoridades comunitarias derivado, precisamente, de las ayudas públicas a empresas privadas en el pasado. Es la misma razón, en el fondo, que provocó las multas y la devolución de ayudas "ilegales" mediante el tax lease, que tanto daño hizo a La Naval. Ese es el motivo por el que los accionistas aprobaron la ampliación, en la junta celebrada a principios de abril, con el objetivo de restablecer equilibrio patrimonial y reconducir así la viabilidad de la sociedad. Y en esas están, a la espera de los fondos. La situación recuerda a otras empresas en crisis, como Abengoa o Isolux, pero a otra escala. La Naval necesita entre 30 y 40 millones de dinero nuevo tras las pérdidas que acumula en los últimos tres años (80 millones). En 2016, perdió 70 millones. Las negociaciones con los acreedores bancarios, mientras, siguen su curso. Esa deuda asciende a 150 millones, y la compañía ha puesto sobre la mesa una quita necesaria del 30%. Y si la banca acepta, teniendo en cuenta la ampliación, considera que la empresa será viable, según el plan financiero elaborado por el nuevo equipo directivo. Las dos cuestiones avanzan en paralelo, por tanto: ampliación y negociación con los acreedores. De ese modo, según el plan, la empresa podría culminar la construcción de tres buques (con unos ingresos de 150 millones) y afrontar los contratos y concursos en curso, que ascienden a unos 800 millones en los próximos cinco años. El desenlace, en cualquier caso, llegará de un acuerdo entre las partes y el dinero nuevo que entre. El Gobierno vasco, a partir de ahí -despejado el principal problema, como quien dice, la reestructuración y el compromiso de la banca- se podría plantear alguna media de apoyo adicional, por ejemplo en forma de ayudas para I D. Rafael Esparza