En noviembre de 2015, el BBVA dejó de ser un gran banco sistémico mundial y pasó a ser uno más del montón. La entidad que preside Francisco González se justificó entonces diciendo que la decisión del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB por sus siglas en inglés) “es coherente con la naturaleza del modelo de negocio de BBVA”.

Ciertamente, el que no se consuela es porque no quiere: en la lista de bancos sistémicos del FSB hay de todo, también entidades centradas en el negocio minorista. 

Tanto el Banco de España como el BCE consideran que sobra capacidad bancaria en el Continente

Dos años después, en 2017, fue el Banco de España el que rebajó la calificación del BBVA y dejó de considerarlo entidad de importancia sistémica mundial (EISM), al obtener una puntuación inferior al umbral de 130 puntos establecidos para considerar un banco como EISM. Para que se hagan una idea, el Santander obtuvo 208 puntos.

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¿Por qué FG está tan interesado en que el BBVA recupere la calificación de sistémico? Fundamentalmente porque las grandes entidades europeas sí tienen un especial predicamento con el BCE, algo que en estos momentos le vendría muy bien al presidente del banco ‘azul’.

Tengan en cuenta que, tanto el Banco de España como el BCE consideran que sobra capacidad bancaria en el Continente. En definitiva, tanto en Madrid como en Fráncfort buscan fusiones paneuropeas que conlleven el correspondiente ajuste de oficinas y plantilla. Es decir, buscan lo mismo que FG, sólo que él por otra razón: prorrogar su mandato más allá de 2019. ¿Cuál es el problema? Que el BCE busca el apoyo de entidades sistémicas y el BBVA no lo es. 

FG lo tiene difícil, además, porque en Fráncfort consideran que el cupo español de bancos sistémicos está más que cubierto con el Santander. De momento, el BCE no quiere que haya otro.