Dos sacerdotes y una religiosa hablaron a los jóvenes de Barcelona de su experiencia al vivir el cristianismo en medio de la guerra, la persecución religiosa y la extrema necesidad en diferentes lugares del mundo, en la quinta edición de la Noche de los Testigos, recoge Infocatólica.

Los sacerdotes Naim Shonsandy, de Iraq y Luis Petit, de Perú y la hna. Leelama Ponatu, de la India; fueron los tres testigos de este año. Una vigilia de testigos, música y oración en la que se congregaron más de 500 jóvenes para conocer de primera mano la realidad de la Iglesia que sufre la falta de libertad religiosa. Esta celebración estuvo organizada por la Delegación de Juventud de la Arzobispado de Barcelona y la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.

El P. Naim Shonsandy, un iraquí de 34 años que el 6 de agosto de 2014 le cambió la vida. El Estado Islámico tomaba su ciudad, Qaraqosh; el centro de los cristianos en Irak y una de las ciudades más importantes del país. Según el padre Naim «se volvieron días muy difíciles y de mucho sufrimiento por tener que dejar atrás todas las cosas de nuestra vida sin saber lo que pasaría al día siguiente». Cuando el DAESH te invade tienes tres opciones: convertirte al islam, pagar el dinero o salir de la ciudad más rápido que ellos; todos los cristianos eligieron la tercera.

Aseguró que los cristianos tenían una fe demasiado fuerte para aceptar convertirse al islam. Con esta fe no tenían miedo a morir en nombre de Dios, ni de Jesús. «Mientras vivíamos cómo perseguidos, Dios estaba conmigo cada momento. En los momentos difíciles nuestro Dios no está lejos».

Cuando el DAESH te invade tienes tres opciones: convertirte al islam, pagar el dinero o salir de la ciudad más rápido que ellos; todos los cristianos eligieron la tercera

Por su parte, la Hna. Leelama Ponatu de la congregación de las Misioneras de M. Mediadora, nació en el segundo país más poblado del mundo, India. Un país dividido en 29 estados con su lengua, cultura y tradiciones propias donde la religión predominante es el hinduísmo y el cristianismo llega sólo a un 1,5% de la población.«El cristianismo tiene raíces antiquísimas en la India; llegó el 52 después de Cristo, traído por el apóstol Santo Tomás, es por eso que nos conocen como hijos de este santo».

Desde hace décadas en algunos estados del país están sufriendo la persecución contra el cristianismo, que se considera un peligro para la unidad nacional. «Hoy en día hay total impunidad para estas acciones por parte de la inactividad del gobierno ante tales hechos» asegura la Hna. Leelama. «Cada vez es más común oír hablar del lema ‘una nación, una cultura, un pueblo’ para la India. Un lema instigado por el hinduismo radical, cada vez más palpable en una nación que está habilitando ataques violentos hacia los cristianos».

Cada vez es más común oír hablar del lema ‘una nación, una cultura, un pueblo’ para la India, instigado por el hinduismo radical

La Hna. Leelama ha hecho balance de todo lo perdido en los últimos tiempos sólo por tener una religión diferente de la establecida. Miles de heridos o refugiados y centenares de muertos, más de 5.000 viviendas destruidas eliminando así a poblaciones enteras. También hay que añadir las más de 400 iglesias o rituales de culto que han sido incendiados o derribados desde 2008. «Hace falta también seguir recordando a todas aquellas personas refugiadas en la selva que viven en condiciones muy precarias». Ha recordado la misionera quién ha remarcado con firmeza que a pesar de todo «Nunca pensamos en abandonar a Jesús. Queremos seguir siendo católicos. Espero que al final, entre todos, construyamos un mundo mejor».

Asimismo, el sacerdote Luis Petit, nacido en Barcelona, decidió ir a la Amazonia peruana a Moyobamba. Con una escasez palpable de sacerdotes y demasiados pobres para atender, Mn. Petit hizo todo lo posible para coordinar las comunidades cristianas de la zona. «Estábamos en una extensión el doble de grande que Barcelona, y sólo éramos dos sacerdotes para atender 60.000 personas» explicaba el sacerdote misionero. «Estas personas estaban repartidas: 30.000 en la ciudad y las otras 30.000 en 90 pueblos de una extensión enorme».

En la Amazonia peruana, durante la misa se juntaban bautizos, comuniones, confirmaciones, matrimonios e incluso, unción a los enfermos

Mn. Petit explicó las dificultades para acceder a aquellos pueblos que muchas veces no tenían ni carreteras y se tenía que ir a pie o en burro. «Había poblaciones donde sólo podías acceder a través del río; en muchas ocasiones ibas con unos botes durante ocho horas, que funcionaban como un autobús haciendo sus paradas, y allí iba todo desde la comida que se enviaba a los pueblos hasta animales o ganado».

El sacerdote cuando llegaba al pueblo tenía que administrar todos los sacramentos que le correspondían y en muchas ocasiones se celebraban todos juntos durante la misa. «Muchas veces llegaba y tenía que confesar a más de 50 personas, yo iba deprisa pero tardaba mucho; después durante la misa se juntaba todo; había bautizos, comuniones, confirmaciones y matrimonios, incluso, unción a los enfermos.