El índice de fecundidad de la Europa de los 28 (1,60) lleva 35 años por debajo del nivel de reemplazo generacional. Ni siquiera la inmigración ha logrado alcanzar el nivel mínimo (2,1) y, ni mucho menos, la media mundial que, según el Banco Mundial, en 2015 se estableció en el 2,45 hijos por mujer.

El dato es muy preocupante y tiene unas consecuencias igualmente inquietantes. Lo peor, no obstante, no es esto, sino el elevadísimo número de abortos que se cometen en la Europa más avanzada de la historia. Ojo al dato: en 2015 se superó por primera vez el millón de abortos en el Viejo Continente (1.021.044), según el informe sobre la evolución de la Familia, elaborado por el Instituto de Política Familiar (IPF).

Dicho de otra manera: cada 30 segundos se asesina a un europeo en el seno de su madre. Y cuidado, porque el dato no incluye los miles de abortos que potencialmente provoca la píldora del día después.

En esta carrera suicida -pero muy progresista- Francia, Reino Unido, Alemania y España llevan la delantera. En el país galo se produjeron 216.151 abortos en 2015; en Reino Unido, 197.958; en Alemania 99.237 y en España 94.188. Incluso en Polonia, el país europeo con menos abortos, se asesina a bebés no nacidos: 1.040 en 2015.

Es decir, uno de cada seis embarazos (16,7%) termina en muerte. La estadística se dispara en Bulgaria (29,6%), Rumanía (26,4%) y Estonia (26%), donde uno de cada cuatro embarazos termina de forma dramática para la víctima. En el otro extremo, Polonia: un aborto por cada 350 embarazos.

Los números son espeluznantes y muestran en toda su crudeza la degradación moral que existe en Europa y que también afecta a los jóvenes. Así, en 2015, el número de abortos de menores de 20 años superó los 109.000. Dicho de otra manera, cada día, 300 adolescentes abortaron en 2015.

Eso sí, seguimos haciendo planes muy exigentes para lograr que el 33% de la energía en Europa provenga de fuentes renovables. Fantástico.