• La victoria de Trump cambia el guión previsto por Obama de incentivar más la energía eólica y solar.
  • Y despeja el camino para investigar sobre la seguridad y la supresión de los residuos radiactivos.
  • Francia desarrolla ya la tercera generación de energía nuclear, más segura y con menos basura radioactiva.
  • EDF se adelanta para reanudar la producción de tres reactores tras el visto bueno de la Agencia de Seguridad Nuclear.
  • En enero tendrá disponible el 90% del su parque nuclear.
La victoria de Trump en las presidenciales americanas supone un cambiado de guión en la política energética que había iniciado Barack Obama, que modificó el modelo aupando las energías verdes (eólica o solar) y triplicó los avales exigidos del Gobierno para la construcción de nuevas centrales nucleares. No ponía en cuestión esta fuente de energía, pero se potenciaba en paralelo la construcción de plantas eólicas y solares y el desarrollo de tecnologías de carbón limpio. La alternativa de Trump, presidente electo, va por otro lado, al apostar por la energía nuclear, los combustibles fósiles y el carbón, del mismo modo que por el petróleo, la minería y el gas. Y eso lo convierte en aliado, en Europa, de Francia, el principal consumidor de esta energía, que sitúa a la eléctrica nacional EDF como el primer productor del mundo en energía eléctrica de origen nuclear. El cambio de Obama tenía su continuidad con Hillary Clinton, pero la victoria de Trump deja en el aire esos planes y afectará a sector eléctrico, uno de los más sensibles a los cambios normativos. La apuesta de Clinton estaba en las energías verdes (una de sus pretensiones, por ejemplo, era colocar 500 millones de paneles solares). Las sinergias entre Francia y Estados Unidos, por tanto, pueden ser decisivas para el desarrollo de la energía nuclear y la investigación en dos campos: la seguridad y la supresión de los residuos radiactivos. Estados Unidos y Francia ocupan, en estos momentos, por ese orden, el primer y segundo puesto del mundo en energía nuclear, una energía limpia (frente a otras contaminantes, como el carbón), más barata de producir frente a las energías verdes -sólo la hidroeléctrica es más barata que la nuclear- y sobre todo para asegurar un gran suministro (la nuclear es una energía intensiva). En Francia funcionan 19 centrales nucleares -con una distancia de 600 kilómetros entre ellas- con un total de 58 reactores nucleares. Y Estados Unidos dispone de 104 centrales nucleares, de las cuales 59 tienen autorización del regulador americano (NCR) para operar hasta los 60 años. Ahora bien, el principal problema para el sector está en las enormes inversiones que requiere para limitar más todavía los riesgos y el problema de los residuos. Francia, de hecho, está investigando y desarrollando la tercera generación de energía nuclear por fusión, más segura, con menos basura radioactiva y que permite producir tres veces más de energía eléctrica. Y esos trabajos están financiados, además de por el Gobierno francés, por Japón, Estados Unidos y otros países. La postura francesa contrasta con la de otros países europeos que dan la espalda a la nuclear, con Alemania en cabeza. Es el cuarto consumidor del mundo de energía nuclear pero ya tienen previsto cerrar todos sus centrales nucleares antes de 2020. Obviamente, la razón no es económica sino la derivada de los sustos que han dado los accidentes en la central Chernobyl (1986) y la de Fukushima (2011). Volviendo a EDF, la prensa francesa se hace eco este martes de la decisión de eléctrica de adelantase a la fecha prevista para reanudar la producción de tres reactores nucleares, tras recibir el visto bueno de la Agencia de Seguridad Nuclear (ASN). La compañía gala ha ofrecido además información actualizada de su parque nuclear y espera una disponibilidad superior al 90% en enero (entre cinco y seis reactores parados, de media, sobre un total de 58). Considera así que las pruebas y controles están demostrado que los reactores pueden operar con seguridad, incluso en caso de incidentes graves. Rafael Esparza