• BBVA y Popular son los casos más claros: les encantaría marcharse pero no encuentran comprador.
  • El banco de FG cerró su negocio de particulares en 2015 y el Popular digiere aún el recorte del 25% de la plantilla.
  • Santander vive, más que malvive, gracias al Totta con una estructura de costes muy ajustada.
  • Caixabank mantiene su OPA sobre BPI, mejor que ser el primer accionista (45%) y no mandar.
  • Bankinter invirtió 86 millones en comprar una parte de Barclays y comienza a rentabilizarlo.
El Sabadell ha sido el último banco español en decir adiós a Portugal (con la venta acelerada del 4% del BCP), en sentido contrario al movimiento de Caixabank en BPI, que seguirá adelante con su OPA sobre esa entidad. Pero el del Sabadell no es un caso aislado sino un paso más de los bancos españoles, forzados a escapar del país o a permanecer pero con voluntad de irse. Sólo hay dos excepciones, la de Caixabank y el del Santander, El primero ha estado preparando las maletas hasta antes de ayer, como quien dice, aunque al final conseguirá mandar en BPI. Y el segundo, que ha logrado sobrevivir con el Totta (gana poco pero no pierde) y convertirse en el segundo banco privado de ese país tras adquirir el negocio del Banco Banif. Todo, gracias a una estructura de costes muy ajustada. La situación crítica de ese banco, el Banco Internacional de Funchal o Banif, fue precisamente la primera prueba de fuego para el primer ministro, el socialista António Costa, atrapado entre las exigencias de la Unión Europea y los partidos de izquierda que lo sostienen (los comunistas del PC, marxista leninista y antieuropeo, el Bloco de Esquerda, antideuda, y Los Verdes). Y es que los problemas económicos en el país son mucho más graves en el sector financiero (la recapitalización de Caixa Geral o la venta al mejor postor de Novo Banco). En el caso del Sabadell, terminó la aventura de Oliu en el BCP después de muchos disgustos, y esos disgustos siguen para los otros bancos españoles, BBVA o Popular, a los que el país da escalofríos pero no les queda otra que seguir: han intentado vender pero nadie quiere comprar. Es lo mismo que le pasó a Caixabank para seguir adelante con la OPA y menos mal que logró un acuerdo con Isabel dos Santos -empresaria angoleña y segunda accionista- para desbloquear el límite del 20% en los derechos de voto. En el caso de BBVA, ya en 2005 cerró su negocio de particulares, pero había tomado esa decisión mucho antes, en 2014, aunque aguantó tras el anuncio de la nacionalización del Banco Espirito Santo (después Novo Banco). Ahora bien, no ha conseguido vender y sigue, pero es consciente de que cuando el negocio no va bien, lo mejor es irse a mercados más rentables. Ha intentado colocar sus activos (su red) a otros bancos, a fondos de inversión con compañías chinas. Y nada de nada. Ha sido un fondo chino, Fosun, el que toma posiciones en BCP en paralelo a la fuga de Sabadell. Y el caso del Banco Popular es ídem del lienzo. Lo anunció poco después del BBVA, a principios de este año: un recorte del 25% de la plantilla (295 de sus 1.159 empleados) y de 47 oficinas (de las 1165 oficinas que tiene). Está ahora, por tanto, en pleno proceso de reestructuración. El único caso raro es el de Bankinter, que compró hace poco más de un año, en septiembre, una parte del ne­gocio de Barclays en Portugal y ha logrado empezar a ganar algo. El banco español espera que el 8% de su beneficio venga del país vecino y que en tres años represente el 15%. Pagó a Barclays en la operación -cerrada en abril de este año- 86 millones de euros por 100 sucursales. Rafael Esparza