Christine Ford asegura que, cuando ambos eran adolescentes, Brett Kavanaugh, en una fiesta de instituto, intentó violarla. Es decir, hace más de 36 años un adolescente, que hoy puede inclinar la balanza del Tribunal Supremo a favor de la vida del más inocente e indefenso de los seres humanos, el concebido y no nacido, es acusado de intentar violar a otra adolescente. Ella no ha dicho nada hasta el día de hoy, justo cuando puede destrozar la campaña, el honor y la vida de un tipo que ha llegado a lo más alto en la judicatura norteamericana. Lo hace por deber cívico, deber que no ha considerado necesario hasta este momento.

En caso de que el supuesto sea cierto, ¿por qué no le denunció entonces? Habría cumplido su condena y hoy no vería en entredicho su nombramiento como juez del Tribunal Supremo norteamericano.

¿Y si Christine Ford estuviera mintiendo? Su acusación es tan indemostrable como su mentira

Y todo eso dejando a un lado que el propio movimiento ‘Me too’ constituye la demostración de la gran mentira feminista, que considera a todo varón un depredador y un hijo de mala madre: la gran mentira consiste en la negación de que la mujer también acosa sexualmente. Eso sí, lo de violar al varón lo tiene un poco más complicado.   

En cualquier caso, las relaciones sexuales entre seres racionales no son las que mantiene un ser demoniaco, llamado hombre, y otro arcangélico, llamado mujer. Pero nos comportamos como si este tópico perverso fiera cierto.

La gran mentira feminista: la mujer nunca acosa sexualmente al varón

Ahora bien, lo importante del caso Kavanaugh se relata en una de las chapas que lucían las opositoras a Kavanaugh, mientras su heroína, Christine Ford, ponía a Kavanaugh como no digan dueñas. La chapita exhibía el siguiente mensaje, en verso: “Save Roe vote no”. Es decir, la sentencia “Roe versus Wade”, que introdujo el aborto en Estados Unidos. A esas feministas del Partido Demócrata les importa un pimiento que sea cierto o falso que hace 36 años el bueno de Brett tuviera un comportamiento inadecuado con la pobre Christine. Lo que les importa es que la presencia de un provida como Kavanaugh en el Tribunal Supremo pueda acabar con la lamentable sentencia (se arrepintió de ella hasta su ganadora, Norma McCorvey, que se hizo provida) que legalizó el aborto en la primera potencia mundial. Eso es lo que realmente les importa.

No hay democracia sin derecho a la vida

En Europa a los regímenes de Polonia y Hungría, tan demócratas como España, Alemania o Francia, se les persigue, no por la excusa de falta a la independencia judicial o periodística, tampoco por su política migratoria: se les persigue porque creen en el derecho a la vida. Lo mismo que Kavanaugh. Y para destrozar al provida vale todo: también la mentira y la hipocresía.

Pero recuerden: sin el derecho a la vida, el resto de los derechos del hombre constituyen un esfuerzo inútil. Por definición.

No hay democracia sin derecho a la vida.