Junta General de Accionistas de Unicaja. Telemática, por supuesto. Lo cierto es que Manuel Azuaga se ha consolidado como el presidente de Unicaja y el que fuera un gestor discreto, tanto en AENA como en la propia Unicaja, se permite ahora unos análisis personales que antes reservaba para sus círculos íntimos. Por ejemplo, al afirmar que el coronavirus obliga a revisar el concepto de globalización. En efecto, si la mundialización sólo sirve para que el pez grande se coma al chico y para que los virus emigren libremente, pero no las personas, bueno, es que algo estamos haciendo mal.

En lo particular, Unicaja ha suspendido el reparto del dividendo (unos 77 millones de euros), hasta octubre. Se supone que, para entonces, la incertidumbre sobre el futuro económico de nuestro país se habrá despejado, al menos en parte. En cualquier caso, la suspensión está afectando, y mucho, al máximo accionista que no es otro que la Fundación Bancaria Unicaja (49,7% del capital) y, por ende, a su obra social, que ha dejado de percibir unos 38 millones de euros, el grueso de su presupuesto anual.

Así, en un mensaje enviado a la Junta, la Fundación que preside Braulio Medel asegura que “coadyuvará con el banco a un reparto de dividendo que se asiente en una adecuada y recurrente generación de beneficios para los accionistas”. Traducido: acata, pero no comparte en su totalidad manifiesta, la recomendación del BCE de suprimir el dividendo. Y es que la aportación del banco tiene una “relevancia aún mayor” en estos momentos en los que la actividad de la obra social se hace más necesaria que nunca.

Por lo demás, tras la fusión fallida con Liberbank, Azuaga no quiere más sustos. Si alguien quiere matrimonio tendrá que venir a pedírselo. Lo cierto es que la fusión se frustró cuando Manuel Menéndez, de Liberbank pretendió que valía lo que los tasadores independientes no aceptaban.  

Pero está abocado a una digitalización acelerada. Es la nota dominante, la sombra que aletea tras las presentaciones de resultados de la banca española, correspondientes. Es decir, a menores costes. Que eso se haga vía fusión, vía reducción de plantilla y de oficinas, no lo sé. Lo que sí sé, y sabe Azuaga, es que el proceso de digitalización bancaria, que llevaba diez años en marcha y apenas avanzaba, se ha acelerado, en menos de un mes, por mor del confinamiento rapaz de Sánchez, lo que nadie podía esperar. 

Quizás porque a la fuerza ahorcan, pero eso le plantea un problema ineludible a la banca: reducir la red de oficinas y el personal. 

No ahora mismo, claro está, sería una locura hasta conocer en qué tipo de locura nos va a introducir el caótico gobierno Sánchez. Pero que eso está en la mente de cualquier banquero español... pueden apostar.