¿Cuándo empieza a malograrse un sacerdote o cualquier católico? Cuando duda de la Eucaristía. Ojo, no ya de la conversión del pan y el vino en el Cuerpo de Cristo, sino cuando empieza a considerar la misa como una devoción más. Porque no es eso: la Eucaristía es el trono de toda la vida sobrenatural, así como la mayor prueba de amor de Dios por el hombre: la Iglesia vive de Eucaristía, dijo San Juan Pablo II.

Y cuando yo era chico se me quedaron garbadas las palabras de un sacerdote (a quien, por lo general, no hacía ni caso): si los periódicos dijeran la verdad -este cura conocía a la prensa-, todos los diarios abrirían, todos los días, con la misma información: hoy se ha celebrado misa.

Después de la batalla por salvar la Eucaristía vendrá el Reinado Eucarístico, es decir, el triunfo de Cristo

Y tampoco es casual que la ‘moda’ religiosa del momento consista en la adoración al Santísimo expuesto en la custodia. Al parecer, son tiempos difíciles en los que el Señor no está dispuesto a permanecer encerrado en el Sagrario.   

Dudar de la Eucaristía es cometer el mayor pecado, el que destruye al ser humano como si fuera un veneno: la ingratitud ante el anonadamiento de Cristo en el Sagrario.

Sólo que lo de ahora es algo más que ingratitud. En víspera del Jueves Santo, Benedicto XVI, en su ya famoso escrito sobre “La iglesia y los abusos sexuales” entra en tromba en la Eucaristía. Algunos -yo entre ellos- se habrán sorprendido de que Joseph Ratzinger hable de la Eucaristía en un informe sobre los escándalos sexuales. El Papa emérito acusa, directamente, a muchos sacerdotes de cometer sacrilegio al convertir a este sacramento en mera asamblea y acusa a algunos fieles de “tragarse su propia condenación” al consumir el cuerpo de Cristo sin las debidas disposiciones. Es decir, sin estar en gracia de Dios. Seguramente, porque muchos han perdido el sentido mismo del pecado.

Son tiempos difíciles en los que el Señor no está dispuesto a permanecer encerrado en el Sagrario

Mientras tanto, Benedicto XVI dice que debemos estar, nada más y nada menos, que dispuestos a llegar al martirio. Pues bien, asegura el cura Santiago Martín que a lo mejor es que Benedicto XVI siente próximo ese momento. Yo también lo creo.

Pero ojo, después de la época martirial, de martirio violento o cotidiano, después de la batalla por salvar la Eucaristía vendrá el Reinado Eucarístico, es decir, el triunfo de Cristo. Por ello, en la Iglesia sobran los pesimistas. Eso sí, siempre bajo el modelo cristiano: de derrota en derrota hasta la victoria final.