• El ex presidente de la Ceca no deja títere con cabeza al repartir las culpar de la crisis financiera y el rescate posterior.
  • De lo lejano, la politización en las cajas, a las malas prácticas corporativas, un cáncer con todos los permisos.
  • Ojo, ni el Gobierno (regulación), ni las autonomías (control) ni el Banco de España (supervisión) pusieron lo que debían.
  • Se acabó con el espíritu de las cajas, "un vector social de gran importancia", y lo que ha llegado después es aún peor: oligopolios.
  • Y el colmo: un lastre de más del 60.000 millones para el Estado, sin olvidar las enormes pérdidas para los inversores, clientes y empleados.
Agria y dura intervención de Juan Ramón Quintás Seoane (en la imagen), presidente de la CECA hasta 2010, en la comisión del Congreso que investiga la crisis financiera, la quiebra de las cajas, en la que fue un referente de peso, y el rescate bancario. Agria, porque no ha dejado títere sin cabeza al repartir culpas -Gobierno, autonomías, Banco de España, como "cooperadores necesarios" de esas crisis- y dura por las consecuencias que ha tenido: para el Estado, el coste superará los 60.000 millones, pero sin olvidar las enormes pérdidas que ha supuesto para pequeños y grandes inversores, clientes y empleados. La visión de Quintás, en cualquier caso, no es de un cualquiera por su vinculación a las cajas desde 1984, cuando se incorporó a Caixa Galicia como director general y desde ahí a la presidencia de la Confederación de Cajas, primero como director general (1994) y desde 2002 a 2010 como presidente. Pero también es economista y profesor de la Universidad de Santiago. Para Quintas, la crisis fue nefasta y el sistema financiero que ha llegado después todavía peor por una razón bastante sencilla: lo grande se ha cargado lo pequeño -en esa deriva han desaparecido las cajas, "un vector social de gran importancia"- y lo que prima ahora es "la concentración bancaria". Dicho de otro modo, la oligoplización del sector y el fin del espíritu cajero, que evitaba "la exclusión financiera" con una "potente obra social". La prueba del algodón está en "obligada" retirada de las fundaciones bancarias del accionariado. En paralelo, ha dejado claras las culpas que han llevado a esta situación, en las que no han faltado, como "causa remota" de esa crisis lo que ha definido como "inoculación de la politización" -un ariete contenido en Ley Orgánica de Órganos Rectores de Cajas de Ahorro (Lorca)-, que se concretó después, como "causa próxima" en las malas prácticas de gobierno corporativo en esas entidades (de aquellos polvos llegaron esos lodos). Las autonomías tuvieron mucha culpa porque contribuyeron a los último, las malas prácticas. En concreto, ha dicho, que "hubo gobiernos autonómicos que recurrieron a su propia regulación de las cajas sólo para garantizarse el control frente a un grupo rival". A eso se añadió la interferencia de los partidos -"el control indirecto"- para condicionar acuerdos al margen de sus órganos de gobierno o "bloquear fusiones extrarregionales" por muy razonables que fueran. El Gobierno central, por su lado, fue incapaz de "elaborar a tiempo un diagnóstico correcto" del momento y de la recesión posterior, no castigó como debió a los gestores de las entidad, también en su momento, con "sanciones ejemplarizadoras". Y a lo anterior se unen también, las limitaciones propias de "una buena regulación y supervisión", lo que provocó "procesos acelerados de deterioro de la solvencia". Quintás se ha referido así a un momento en el que "el control parlamentario del Banco de España era débil" con opacidades en la supervisión en aspectos destacados. Rafael Esparza