El 8 de abril de 2005, hace hoy 14 años, una multitud se congregaba para un funeral: el del polaco Karol Wojtyla. La abarrotada plaza de San Pedro parecía presidida por una pancarta que rezaba “Santo Súbito”. Era el reflejo del entusiasmo de un personaje que muchos creían que le había dado la vuelta al mundo.

Algunos como yo, admirador confeso de San Juan Pablo II, creemos que no. El papel del Papa polaco, que introdujo a la Iglesia en el siglo XXI, fue otro. Consistió en preparar a la Iglesia para los últimos tiempos, para el fin de la historia, como diría el amigo Fukuyama. La tarea de Wojtyla recuerda mucho a las palabras de Chesterton en su lecho de muerte: “Ahora, ya todo está claro entre la luz y la oscuridad y cada cual debe elegir”.

Todo el Pontificado de Karol Wojtyla se resume en su obsesión porque la gente dejara de creer en Dios y empezara a hablar con Dios

Ni tan siquiera el carácter hipnótico de la blasfemia contra el Espíritu Santo, la nota básica del siglo XXI, donde el mal se convierte en bien y el bien en mal, pueden sustraer al hombre de elegir entre la luz y las tinieblas.

Se acabó la modorra de la modernidad, donde un relativismo blando confundía la cosmovisión con la comodidad y la libertad con el cartel de “no molesten”.

Su obra permanece, pero alguno de sus ‘elevados’ se han dejado llevar por la marea de  podredumbre que asola a la Iglesia

Todo el Pontificado de Karol Wojtyla se resume en su obsesión porque la gente dejara de creer en Dios y empezara a hablar con Dios. Juan Pablo II, con su catecismo, sus constantes viajes por el mundo y su obsesión instaba a la gente a hablar con Dios.

Su obra permanece, pero alguno de sus ‘elevados’ se han dejado llevar por la marea de podredumbre que asola a la Iglesia.

Y hasta 2019 llega la exigencia. Todo el mundo tiene que elegir, y el que se niegue a ejercer su libertad será arrastrado por el viento de una historia que se precipita hacia un final de ciclo. O como decía Jean Guitton: “No estamos en el fin del mundo, pero sí en el fin de una era”. Y en este tipo de momentos, y más tras el magisterio de Karol Wojtyla, la abstención ha dejado de ser viable.