• El presidente del BCE no da ninguna pista en su encuentro con los Nobeles en Lindau (Alemania) sobre las compras masivas de deuda.
  • El banquero resiste la presión germana y se crece: gracias a la política monetaria "el mundo es más resistente".
  • Vuelve a la cumbre en Wyoming, después de tres años, con la puerta cerrada, hasta otoño, a cualquier debate.
  • Haga lo que haga el BCE, la delantera la tiene Janet Yellen: la Reserva Federal marcará el rumbo.
El presidente del BCE, Mario Draghi, ha intervenido este miércoles en los encuentros en la localidad germana de Lindau, ante 17 premios Nobel, en vísperas de la cumbre de Jackson Hole (en Wyoming, USA), pero no ha dado ninguna pista de lo que inquieta a los mercados o a los inversores: cuándo y cómo comenzará a relajar los programas, no convencionales, de compra masiva de bonos y deuda; o sea su política monetaria. Ajeno a cualquier autocrítica, Draghi se ha empeñado en agarrarse, con un guión académico, a los beneficios de su política monetaria. Es más, ha dicho que "es un éxito", y que gracias a ella "el mundo es más resistente", aunque ahora se "enfrenta a nuevos retos". Ninguna alusión a los problemas que han creado los bajos tipos de interés, en forma de océano de liquidez, ni a las críticas lanzadas desde el Gobierno alemán en contra de la política monetaria. Y sin tener en cuenta el nuevo recurso del Tribunal Constitucional ante el Tribunal de Justicia de la UE, al que no se ha adherido el Ejecutivo germano, en contra del programa de compra de deuda que inició el BCE hace tiempo. Draghi, por contra, se ha agarrado al éxito de la política monetaria, cuando no se limita al control de los tipos sino que se combina con otras fórmulas no convencionales (léase, compra a lo bestia de deuda pública y corporativa). Se ha remitido para ello a "las investigaciones empíricas que lo han demostrado" en EEUU y en la zona euro. Si se han tenido que tomas esas medidas es porque, antes, se fue capaz de anticipar el estallido de la crisis financiera (con la virulencia que lo hizo). Ninguna referencia al débil crecimiento de la economía europea o a la inflación (todavía por el debajo del 2%, objetivo del BCE). Y a eso se ha unido otro problema, desde junio, la fortaleza de euro ( 12% frente al dólar). Draghi se resiste así a dar ningún indicio sobre una reducción de los programas de compra de deuda, lo que congela cualquier debate sobre este punto hasta otoño, cuando el BCE tiene previsto anunciar sus planes a futuro. Y Draghi se desplaza así, sin pistas, a la cumbre de Jackson Hole, a la que no acudía desde 2014. Ahí se volverá a encontrar (de jueves a sábado) con los mensajes que lancen, como todos los años, los gobernadores de los principales bancos centrales, o las opiniones de los ministros de Economía, financieros, analistas, etc. Es la otra cara de la cumbre de la suiza Davos, más glamorosa, no sólo por la nieve, sino por los que van: políticos o presidentes de bancos. Sin más indicios, una cosa queda clara: cualquier movimiento en política monetaria seguirá dependiendo de la Reserva Federal de EEUU. Su presidenta, Janet Yellen, ya ha tomado la delantera, dando algún paso (insuficiente) para subir los tipos de interés. Draghi, de momento, sigue siendo un mirón, y haga lo que haga, se incorporará tarde. Rafael Esparza