Recientemente, una revista católica alemana me preguntaba si el cardenal Rouco, hoy jubilado, había exagerado al hablar de guerracivilismo naciente en España. Me dieron ganas de responder que no, que se había quedado corto.

El martes, el vicepresidente Pablo Iglesias volvió a comportarse como lo que es: un matón. Mejor, un coordinador de matones. O sea, un macarra. Sería matón a título personal pero no puede porque no se atreve. Los matones también necesitan valor físico y Pablo Iglesias carece de ese coraje primario que, a pesar de no constituir la cara más valiosa de la valentía personal, resulta necesario para imponerse por la fuerza.

El confinamiento ha conseguido lo que Sánchez no esperaba: que la derecha, 40 años en casa, se eche a la calle

Y Pablo Iglesias, el ‘Chávez español’, carece de coraje. Su arma sigue siendo su lengua y su capacidad para aprovechar la violencia ajena en beneficio propio.

Ahora bien, ya como vicepresidente, Pablo Iglesias quiere controlar la calle y la policía, todo a un tiempo, la dos trincheras.

El martes para defenderse del escrache contra su blindado chalet de Galapagar, amenazó, desde detrás de su escolta -policial y mediática- de vicepresidente, con otros escraches, los suyos, contra lo domicilios de Espinosa de los Monteros, Santiago Abascal, etc.

El dúo Iglesias-Marlaska funciona a espaldas de Sánchez, que no logra convencer a los españoles de que su confinamiento ha vencido al virus

España está pasando del coronavirus al guerracivilismo, que se basa en la convicción de que el sectarismo español sólo se soluciona con un enfrentamiento físico, ha cundido en España y ahora se ha multiplicado con el gobierno socio-podemita y con la irrupción del coronavirus.

En paralelo, se está produciendo una novedosa batalla informativa. Y ya se sabe que todas las guerras, en la sociedad de la información, son guerras  por el control de la información. Hablo de la actual y novedosa batalla entre los medios informativos -casi todos ellos en apoyo del confinamiento liberticida de Sánchez- frente a las redes sociales que, con todos sus abusos, incluso vulgaridades, representan mejor que los medios el sentir de la mayoría. El rigor circula por los medios informativos ‘institucionales’ pero la verdad circula por las redes sociales, por el llamado periodismo popular.

En paralelo, la nueva batalla, por la comunicación: los medios informativos, pro-Gobierno no- frente a las redes sociales

Por otra parte, el confinamiento ha conseguido lo que Sánchez no esperaba: que la derecha, cuarenta años en casa, se eche a la calle. Y está perplejo y niega la evidencia.

En cualquier caso, atención a la nueva pareja política emergente: Iglesias-Marlaska, entre los que ha surgido una relación de amistad hasta ahora desconocida, alimentada por un resentimiento común contra la sociedad (a lo mejor contra la realidad) por distintos motivos.

Ambos tienen un objetivo común: controlar la calle e imponer la censura ‘políticamente correcta’, las dos caras de la moneda, todo a un tiempo. Ojo, y todo ello a espaldas de Sánchez, perdido en un intento castrado de lograr convencer a los españoles de que su confinamiento ha vencido al virus. El virus está remitiendo por sí mismo -(y lo peor es que no sabemos por qué-) y lo único que ha conseguido el confinamiento es la ruina económica y una sociedad sumisa a la que ya le cuesta, no sólo rebelarse contra la tiranía monclovita sino que le cuesta hasta salir de casa, dominada por el miedo a la muerte que ha cundido en España.