Médicos Sin Fronteras (MSF) es una ONG que considera que para acabar con la pobreza lo mejor es reducir el número de pobres. Sobre todo antes de nacer, que resulta más sencillo.

No tiene ningún problema en promover el aborto, la anticoncepción o la esterilización en el Tercer Mundo. También hace muchas cosas buenas, naturalmente.

Y la alusión a las vacunas no es baladí: se refiere al sarampión pero aprovecha para despreciar la polémica sobre las vacunas Covid. Ahora bien, menos científico que poner en solfa una vacuna contra el coronavirus es asegurar que hay que cerrar los ojos y ponerse aquella vacuna que diga la autoridad -sanitaria, por supuesto, y basada en evidencias científicas- cuyas órdenes, por cierto, cambian cada semana. 

Como tampoco significa la menor crítica contra alguna de las vacunas. Por ejemplo a aquellas que, como las de AstraZeneca, han empleado líneas celulares producto de bebés abortados para su realización.

La vacuna covid no puede ser obligatoria y que te asignen una vacuna cualquiera tampoco. Mientras no tengamos una terapia adecuada -por cierto, ¿por qué no se ayuda más a los fabricantes de tratamientos contra el covid, que no de vacunas?-.

Los negacionistas no existen porque nadie es tan idiota como para negar el virus. Tampoco existen destructores de vacunas, salvo algún chiflado que odie a la humanidad. Los negacionistas somos los que tenemos preguntas que hacer sobre las vacunas, como sobre cualquier otra terapia. Simplemente porque el miedo no nos hace correr detrás de la primera solución que nos ofrecen y de la que nada conocemos ni nos dejan conocer.

Peor que el virus es la neurosis que provoca el miedo y peor que las vacunas es la confianza ciega en el poder, algo impropio de los seres racionales y libres.

Y esto, a pesar de lo que diga Médicos Sin Fronteras, quien, por cierto, mueve millones, también para sus campañas publicitarias, no siempre sacados de donaciones privadas. Recuerden que a las ONG lo único que les sobra es la "n".