¿Qué es el cambio climático, qué es el panteísmo? Pues ante todo, supone adorar al planeta, personificarlo y deificarlo. O sea, igualito que Greta Thunberg, nuestro ídolo.

Panteísmo significa que todo es Dios, esto es, el peor de los ateísmos, porque las personas se equiparan a los animales y a las cosas y entonces la misericordia deja de tener sentido y la justicia desaparece al igualar a los desiguales.

El eco-panteísmo no casa con la misericordia. Para qué. Si todo está perdido

La desaparición de la clemencia, el acabose de un comunismo áspero entre lo animado y lo inanimado, entre los sensible y lo insensible, donde el todo -ahora llamado planeta- asfixia al individuo hasta convertirle en una cosa. Es Gaia, la madre tierra, que siempre acaba exigiendo sacrificios humanos. Vamos, el dios favorito de Evo Morales.

Con Greta vuelve el panteísmo. Ahora se llama cambio climático: el ‘qué’ ha sustituido al ‘quién’.

Consecuencias, a miles, sin olvidar el yoga, ese veneno disfrazado de paz interior.

Falta de confianza en la Providencia, porque no existe providencia y falta de misericordia con el ser humano

Y recuerden los dos mimbres del panteísmo: inclemencia y fatalismo. EL cambio climático es culpa del vecino pero que conste, que, al mismo tiempo, carece de solución. Es el apocalipsis: no podemos encontrar soluciones, encontremos culpables. Eso anima mucho.

El eco-panteísmo no casa con la misericordia. Para qué. Si todo está perdido. Y así, en 2019 revivimos el fatalismo hindú, narcotizante, absolutamente estúpido.    

Y mucha, mucha amargura, mucha desesperación. Un peñazo

Y, naturalmente, todo ello inmerso en una falta de confianza en la Providencia, porque el nuevo dios es el planeta, y se trata de un dios malvado o moribundo, o ambas cosas a la vez, y una feroz ausencia de misericordia hacia el otro. A fin de cuentas, ¿para qué, si nuestro destino es la extinción?