Juan Guaidó, un desconocido político de la oposición venezolana, discípulo del preso Leopoldo López, se ha autoproclamado presidente de Venezuela. Se arriesga, sencillamente, a perder la vida.

De inmediato, Estados Unidos y otra decena de países, especialmente hispanoamericanos, le reconocieron como presidente. Sí, se trata de un golpe de Estado (civil, no militar) pero, a fin de cuentas, fue la oposición, la oposición de Guaidó, quien ganó las últimas elecciones libres en Venezuela y fue el tiranuelo Maduro quien las reventó por la fuerza e hizo un montaje de urnas en las que no hubo alternativa. Es decir, lo de Guaidó es un golpe de Estado justo e incruento: cualquier hombre de bien debía apoyarlo.

En la tarde-noche del miércoles, Moncloa se refugiaba en Bruselas para no tomar postura sobre un país que habla español

Y ahora viene lo triste. Ante la proclamación de Guaidó, sin derramamiento de sangre (esa es la especialidad del comunista-podemita Nicolás Maduro), Donald Trump apoyó a Guaidó y hasta una decena de países, la mayoría hispanoamericanos, le reconocieron como presidente legítimo. Pues bien, España, cabeza de la hispanidad, se refugió en el cobardón paraguas europeo quien, con su política miedosa, no reconoció a Guaidó aunque, eso sí, Federica Mogherini, le ha dicho a Nicolás Maduro que no debe comportarse como un chico malo.

En resumen, España ha abandonado a los venezolanos a la suerte del chavismo

Como español y como periodista, sentí vergüenza al contemplar la reacción de Moncloa, en la tarde-noche del viernes, ante lo que ocurría en lo que fuera un país evangelizado por España, un país hispano que habla español. En lugar de apoyar al débil y valiente Guaidó frente al fuerte y cobarde Maduro (de eso ya se encarga el inefable ZP) en Moncloa se refugiaban en Bruselas mientras cantaban las excelencias del estadista Sánchez, que hablaba en Davos, en correctísimo inglés (¿Por qué no en español?) y pronunciaba las pavadas habituales sobre el feminismo y el cambio climático.

Es la España cobarde en una Europa cobardona, la España que ha abandonado a los venezolanos a la suerte del chavismo. A mí me recuerda a Errejón y Monedero llorando durante las exequias de Hugo Chávez.