• Y se cierra, además, sin saber qué pasará con las demás centrales nucleares.
  • Nadal recuerda que sin las nucleares el precio de la luz subiría un 25% y no se cumplirían las metas medioambientales.
  • Acusa a la oposición de haber convertido Garoña en un "símbolo político", aunque espera "que sea el único caso".
  • Rajoy tiene que lavar su honor: "Si el PP gana las elecciones, Garoña no se cerrará", se comprometió en 2009.
El tiempo ha confirmado que la central burgalesa de Garoña ha sido el eslabón nuclear más débil, aunque seguimos sin saber cuánto dinero costará desmantelarla. Sí, el tiempo, entre 13 y 16 años, periodo en el que los pueblos de la comarca seguirán recibiendo las ayudas de Enresa, la empresa estatal de residuos, y despejado ya "el futuro garantizado" de los empleados. El encargado de oficializar el cierre definitivo ha sido, este martes, el ministro de Energía, Álvaro Nadal (en la imagen), que ha insistido machaconamente en que no era posible otra decisión por las presiones de la oposición, que ha convertido Garoña en "un símbolo político", y en segundo término, por las discrepancias sobre la solicitud de apertura de Iberdrola y Endesa, los propietarios. La orden ministerial del Gobierno será denegar la continuidad de la explotación. Queda plasmado así que las circunstancias del momento han podido más que la promesa de Rajoy en 2009, cuando aseguró que "si el PP gana las elecciones, Garoña no se cerrará", en sentido contrario a la decisión de Zapatero. Esas circunstancias actuales, según Nadal, son básicamente cuatro: la falta de certidumbre que necesita una central para operar con tranquilidad, el desinterés de las empresas (con discrepancias incluidas entre Iberdrola y Endesa), las inversiones significativas que hubieran requerido las instalaciones en los próximos dos años para la reapertura (de acuerdo con las exigencias del Consejo de Seguridad Nuclear) y el acuerdo para mitigar el futuro de sus empleados (mediante prejubilaciones y recolocaciones). Ahora bien, Álvaro Nadal no se ha separado un ápice de un discurso central con dos objetivos muy claros. El primero, la ausencia de un debate político sosegado por parte de la oposición, tras el informe favorable a la reapertura del CSN, y el segundo, que la decisión sobre Garoña no afectará al resto de las centrales nucleares. "Espero que sea el único caso", ha enfatizado mirando el "próximo hito", en 2020, con la central de Almaraz. Nadal ha culpado a los partidos de haber utilizado Garoña como un "símbolo de discusión política", con más apriorismos que razones reales para el cierre. Y en paralelo, las empresas también han utilizado la central burgalesa como mecanismo de presión. El ministro, sin embargo, ha sido contundente al asegurar que las centrales nucleares son necesarias para cumplir con las metas medioambientales (emisiones de CO2) exigidas por Bruselas, por un lado, y evitar, por otro, que el precio de la luz suba un 25%. Esas dos cuestiones obligarán al PSOE a negociar, aunque diga que no quiere centrales nucleares en 2028. Los socialistas tendrán que bajar a la realidad y no sólo presionar al Gobierno, sino discutir. La antesala es que rechazó la proposición de Podemos del cierre de todas las centrales. Y en el mismo sentido, pero con un mensaje a las empresas, ha insistido en que el mix energético lo decide la política del Gobierno, no ellas. Rafael Esparza