Conste que no lo digo yo, lo dice el Papa Francisco, en su encíclica Laudato sí (punto 222): “La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo".

¿Y eso cómo se concreta? “Es importante incorporar una vieja enseñanza, presente en diversas tradiciones religiosas, y también en la Biblia. Se trata de la convicción de que ‘menos es más’. La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal”.

El Estado no es nuestro enemigo por ser público sino por ser grande. Casi siempre la empresa más grande del país

 

El gozar con poco nos lleva a una conclusión extraordinariamente práctica: “La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres”.

O si lo prefieren, en frase de Escrútopo, el ‘demonio’ de Clive Lewis, se trata de evitar la caída en un algo terrible: “el ansia siempre creciente de un placer siempre decreciente”.

​Menos es más: Exprimir la existencia consiste en disfrutar de lo pequeño

Dicen que Francisco es comunista, uno diría que más bien es distributista, es decir, chestertoniano, porque el gusto por disfrutar de las pequeñas cosas es lo que Chesterton y su compañero de ‘Chesterbelloc’, Hilaire Belloc, oponían, tanto a socialismo como a capitalismo. Traducido al debate económico de ahora mismo -tanto la encíclica Alabado seas como El Estado Servil de Belloc, el libro manual del distributismo- comunismo y capitalismo son iguales: es la misma acumulación de poder -lo grande- que resulta ingobernable y encima esclaviza a lo pequeño: el Estado no es malo por ser púbico sino por ser grande, casi siempre la empresa más grande de un país. Ese es el problema. Eso… y que no sabemos disfrutar de lo pequeño, que el deseo de nuevos placeres nos lleva a la regla de otro hombre del llamado Grupo de Oxford, que nos advertía contra el triste círculo vicioso del hedonismo: “un ansia siempre creciente de un placer siempre decreciente”. Al final, ansiedad y tristeza sin límites.

Traducido al cristiano, nunca mejor dicho: incapacidad para vivir como los niños, porque para ellos lo pequeño es grande por la sencilla razón de que saben disfrutarlo y con lo pequeño exprimen la existencia: ¡se lo pasan cañón!