Llamamos sexo débil a la mujer -y no deberíamos- porque entre sus muchas fortalezas cuenta con la debilidad comparativa que necesita sentirse estimada. No se trata de un defecto, sino una gran virtud, en tanto que demuestra la formidable creatividad femenina, que prefiere construirse a sí misma antes que destruir al vecino.

Ahora bien, el modelo de mujer que promueve el feminismo es bien distinto. Simplemente, consiste en una continua, reiterada y pesadísima queja de todo y por todo, unida a una interminable petición de derechos para la mujer y de deberes para el varón.

No es de extrañar que se esté haciendo odiosa a ojos del varón. Y esto es grave

Es decir, una mujer que no hace otra cosa que quejarse y exigir sus derechos, sin aportar nada a cambio se convierte en algo odioso, que encarna la frase del humorista Wodehouse: “la felicidad de un hombre estriba en cuánto sepa alejarse de las mujeres”.

Y es que nadie puede enamorarse del Código Penal. No soy masoca.

Dicho de otra forma, la mujer actual se está haciendo odiosa a los ojos del varón. Y eso no presagia nada bueno.