Con llantos de tristeza se ha marchado la británica Molly Scott del Europarlamento. No me extraña nada. Va a perder lo que los británicos llaman un canto a la egolatría y un servicio al propio bolsillo.

Reino Unido abandona la Unión y no se sabe si lo van a pasar los hijos de la Gran Bretaña o los ahijados de Robert Schuman, el hombre que ideó y creo la Unión Europea (UE).

Yo creo que los segundos, porque si Reino Unido siempre ha sido el socio engreído, lo cierto es que tiene un interés común, la especulación financiera y el comercio, que ahora postulaban en la Europa Continental y a partir de ahora lo harán en Estados Unidos. No olvidemos que los dos grandes mercados bursátiles están ahora fuera de la UE.

Los anglos, el Arco Atlántico, Londres-Nueva York, tienen un interés común y eso les mantiene unidos pero los europeos, sobre todo los españoles, franceses e italianos, constructores de la Europa cristianos y maestros del mundo, han renunciado a su ideario cristiano y se han quedado sin ideario y sin interés.

Ahora hay dos soluciones. La mejor, sería volver a los principios cristianos que hicieron Europa, volver al grito de Karol Wojtyla en Santiago de Compostela. “Europa, sé tu misma”.

La Europa masónica ha degradado la caridad en filantropía y confunde la multiculturalidad con el hacinamiento urbano y el pluralismo con la esquizofrenia

Pero para eso no debe cambiar la clase política -será la última que cambie- sino la sociedad europea. Algunos estamos convencidos de que Europa volverá a ser cristiana, pero ahora mismo se encuentra en su punto más álgido, es decir, más frío, de cristofobia.

En términos políticos ahora sólo queda que la UE vuelva a ser la Comunidad Económica Europea, CEE, unidad monetaria, que no fiscal, laboral ni, en términos genéricos, económica. Es un volver a empezar que algunos -por ejemplo yo- entenderán como una marcha atrás, a antes del Tratado de Maastricht (1992). Cierto, pero aún peor es lo actual: una Europa controlada por una masonería corrosiva y, lo que es peor, por un espíritu masónico donde una clase dirigente cleptómana, crea mercados cautivos y dice hacerlo en nombre de la solidaridad.

Una masonería que ha liquidado el derecho a la vida, raíz del todos los derechos, degradado la caridad a filantropía y confundido la multiculturalidad con el hacinamiento urbano y el pluralismo con la esquizofrenia.

Creíamos que los valores se refugiarían en las unidades supranacionales y resulta que han huido, de vuelta al Estado-nación.

Volvamos a la CEE: hay que volver a empezar, hay que volver a ‘ser nosotros mismos’.