La vicepresidenta tercera, Nadia Calviño se encuentra cada día más forzada al frente de la economía española. Quiere sacudirse la presión del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, un verdadero enterrador de la solvencia económica española y, al tiempo, debe convencer a Europa de que no imponga más dureza en la reforma laboral y en la reforma de pensiones.

Calviño juega con las palabras, en su declaración ante la prensa, sin preguntas, antes de comenzar la reunión del Eurogrupo vía telemática. En efecto, Bruselas no ha endurecido las exigencias sobre pensiones y mercado laboral: ya eran duras. Bruselas exige que no se toque la reforma laboral de Fátima Báñez -que no es lo más flexible del mundo pero al menos no ahoga- mientras lo que desea la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, es acabar con la no muy flexible normativa sobre despidos.  

Y luego está lo de la reforma de las pensiones, que enlaza con la reforma fiscal-laboral. En plata, eliminar las cuotas sociales, la principal barrera contra el empleo. Le dices eso a Podemos y monta la barricada.

Las cuotas constituyen la principal financiación de las pensiones. Pero, desde luego, en Bruselas saben que un país tan envejecido y con tan baja tasa de natalidad como España necesariamente está destinado a una quiebra del sistema, sobre todo con medidas políticas como la de mantener el poder adquisitivo de las pensiones de jubilación.

En resumen, en Bruselas consideran que el sistema público de pensiones español no es viable. 

Por lo demás, Nadia Calviño se resiste a las ayudas directas porque teme a una deuda creciente y a la mora que se producirá en cuanto venzan las ayudas y los avales.

Calviño se niega a otorgar ayudas directas y prefiere prorrogar las medidas (avales ICO, ertes, etc). El problema es que la prórroga exige mayor endeudamiento… que ya empieza a ser peligroso.