Recuerdo una homilía en la que aquel alma curtida hablaba sobre los novísimos y acabó asegurando: “esto está petao”. Se refería a que vivimos entre espíritus -que no fantasmas- porque, es bueno recordarlo en el día dedicado a los difuntos  -2 de noviembre-, la muerte no es otra cosa que la separación -para los católicos, divorcio temporal- entre el cuerpo y el alma del hombre.

Y claro, ¿cómo matar a un espíritu? La parte inmaterial del hombre no tiene partes, no tiene, por tanto, principio ni fin, no está afectada por el espacio ni por el tiempo (no ocupa lugar ni cambia, siempre permanece), se puede trocear.

¿Pruebas? Usted no conserva ni una sola de las células con las que nació. Sin embargo, sigue siendo el mismo individuo de entonces. Era Pepe y sigue siendo Pepe, con el mismo nombre con el que le inscribieron en el Registro Civil. Envejecido, pero el mismo de siempre.

Toda su materia se ha diluido y, sobre todo, ha cambiado su composición química. Si usted sólo era materia, usted no debería ser el niño que fue. Es más, de tanto devorar carne (la ONU está muy preocupada, consuma menos) de tanto asimilar especies distintas a la humana, de tanto engullir vaca, cerdo o gallina, si sólo fuéramos materia… usted debería ser, o al menos tener algo, de vaca, cerdo o gallina. Y no parece que así sea.

¿Por qué? Porque su espíritu ha permanecido incólume… como permanecerá después de la muerte pero sin cuerpo a través del cual expresarse.

La muerte no es más que la separación del cuerpo y el alma del hombre. Pero no es posible matar a un espíritu

¿Y qué hacen los espíritus sin cuerpo, a qué se dedican nuestros familiares muertos? A lo mismo que hacían sus espíritus en este mundo: conocer y amar (o su contario).

Por eso respetamos a los muertos, por eso los antropólogos insisten en que la primera muestra de civilización en cualquier tribu es que empiece a enterrar a sus difuntos. Por eso identificamos a los salvajes, aunque lleven corbata y sean muy ilustrados, en la profanación de los muertos. La izquierda española tiene una historia muy amplia de profanación de cementerios. Al parecer le mola mucho.

La inconsciencia sobre la presencia de espíritus -estamos rodeados de ellos, “esto está ‘petao’”- es una de las carencias más curiosas, y más lamentables, del siglo XXI, sin duda su laguna intelectual más preocupante.

Y todo esto no es religión, es puro sentido común. Filosofía, si lo prefieren. Ahora no estoy diciendo que existan seres que sólo son espíritu, como Dios o los ángeles. Lo que digo es que nosotros somos espíritu y podemos demostrarlo. Y también que nuestro espíritu permanecerá más allá de la muerte porque una vez que ha sido creado no hay manera de eliminarlo.

Los japoneses mamaron su sintoísmo, y los chinos su budismo, de este culto a los antepasados, de esta cosmovisión: tenía sentido

Vivimos rodeados de espíritus: Esto está ‘petao’.