Será por nuestra salud y nuestra seguridad pero lo cierto es que Juan Español sale hoy a la calle intentando evitar a la policía. Y sin protestar (las malas caras, sólo para el vecino, por supuesto), el españolito ya ha identificado quién es el enemigo al que debe temer: el Estado.

España se ha convertido en un país dominado por el miedo, por la represión (en nombre de nuestra salud, que conste) y por la delación.

El ministro del Interior, juez Fernando Grande-Marlaska, se enorgullecía ayer en Moncloa de que, en diez días, se han producido 926 detenidos y más de 102.000 denuncias por incumplir las incumplibles normas del Estado de Alarma. Se relame el juez ministro cuando amenaza al televidente con penas de hasta cuatro meses de prisión y multas que pueden resultar inasumibles salvo para las clases altas.

Y ojo, por ahora, cualquier noticia políticamente incorrecta es una ‘fake news’ pero, en breve, cualquier crítica al Gobierno, por ejemplo, este artículo, empezará a ser considerado irresponsable e insolidario y, por lo tanto, perseguible

Y ojo, por ahora, cualquier noticia políticamente incorrecta es una ‘fake news’ pero, en breve, cualquier crítica al Gobierno, por ejemplo, este artículo, empezará a ser considerado irresponsable e insolidario y, por tanto, perseguible. ¿Acaso no está el Ejecutivo al frente de la batalla contra el coronavirus? Pues criticarle es aliarte con el virus. Palabra de Marlaska.

Acto seguido, como todos sus colegas, don Fernando Grande -muy grande- felicitaba al pueblo español por su civismo, lo que recuerda aquel dicho de la Transición: “Desconfía de aquel político que te denomine ‘pueblo soberano’”.

Ejemplo, Marlaska incidió sobre los pacientes positivos, irresponsables e insolidarios, “por decirlo delicadamente”, que se marcharon de los hospitales sin haber sido dados de alta. ¡Criminales!. Eso sí, al final resultó que eran tres… de entre los miles de hospitalizados en estos días… y desconocemos los pormenores: si no se enteraron de la consecuencias o no les hicieron ni caso en unos hospitales saturados o sencillamente se hundieron en la depresión. El confinamiento, a veces hacinamiento, doméstico va a producir miriadas de depres y neuras. Recuerden que los médicos españoles se enfrentan a un enemigo desconocido y dudan sobre cuándo ingresar -si es que pueden- y cuándo otorgar la bendición del alta.

De esta España del miedo irracional puede surgir un cambio de vida, un recuperar nuestro sentido cristiano de la existencia

Este virus es bastante cabroncete: se ensaña con los débiles, se esconde durante días y encima es ultracontagioso. Así que si los médicos no se aclaran sorbe causas y efectos, ¿cómo pretende Marlaska que se aclare Juanito Español?

Por ahora, lo único que ha conseguido el Gobierno con su estado de alarma es extender el miedo. En un país dominado por el pánico yo sería más cuidadoso a la hora de imputar responsabilidades públicas y egoísmos privados. Sobre todo, cuando ha sido el Ejecutivo quien ha provocado el pánico y la confusión entre la población y ahora se les ha ido de las manos. Hágase una pregunta: ¿sabe usted cuáles son los síntomas ciertos del coronavirus y los grados de contagio? ¿Acaso sabe qué hacer en el caso de que llegue a la conclusión de que está infectado y en qué grado lo está?

Es la España de la miedo, de la represión y de la delación. En un país paralizado por el miedo al dolor y a la  muerte, esa represión y esa delación forman una alianza de sangre, firme… y extraordinariamente peligrosa para la liberta individual y la armonía social.

Eso sí, de esta España del miedo irracional puede surgir un cambio de vida, recuperar nuestro sentido cristiano de la existencia. Porque quien, en pleno ataque del coronavirus, en este preciso momento, no piense en la trascendencia, no sé yo qué remedio puede tener.