Martes 3 de septiembre de 2019, un martes de infarto. En Londres, Boris Johnson perdía en el Parlamento su ardid para separarse de Europa (hay que reconocerlo: ejecutar lo que el pueblo inglés votó en referéndum) el 31 de octubre. El Brexit ha dividido a los ingleses del continente y a los ingleses entre sí. Ahora habrá que pensar en elecciones.

Ahora bien, no nos equivoquemos: con una Merkel en jubilación (ahora, cuando se jubila, es cuando Angela Merkel defiende su fe cristiana, curioso) el masoncete ‘Lolito’ Macron se convierte en el líder de la Unión Europea (UE). Pero ojo, Macron y Johnson son las dos caras de la misma moneda. El problema sigue siendo el mismo: la descristianización ha dejado, tanto a españoles como a europeos, sin una razón para convivir. Y en esa descristianización de Europa andan con idéntico entusiasmo e idéntica vanidad el inglés y el francés… y el español Pedro Sánchez.

La descristianización ha dejado, tanto a españoles como a europeos, sin una razón para convivir

Lo de Westminster ocurría apenas dos días después de que se cumplirán los 80 años del inicio de la II Guerra Mundial, cuando dos potencias ateas, la Alemania nazi y la Rusia soviética, fagocitaron a Polonia, uno de los tres países católicos de Europa, junto a España e Irlanda. Al mismo tiempo, se cumple, en 2019, el octogésimo aniversario del final de la cruel Guerra Civil española que, por mucho que le pese a la izquierda socialista y podemita, detuvo el comunismo en el sur del continente.

Mientras, en Madrid, Pedro Sánchez, planteaba un programa progre, muy similar a los vientos que corren por Europa. En pocas palabras, la descristianización ha convertido el derecho a la vida en derecho al homicidio: su principal proposición fue “el derecho a la eutanasia”.

Hace ochenta años terminó la Guerra Civil española y hace otros 80 comenzó la II Guerra Mundial

El progresismo, en mentes tan débiles y corazones tan resentidos como los de Macron, Johnson y Sánchez, nos lleva a unos derechos de tercera generación, el más peligroso de los cuales es el derecho a matar. Y cuando el homicidio del inocente, nonato o anciano, impera, entonces se impone de suyo el derecho paralelo, también de tercera generación: el derecho a la opresión.

No es baladí, que Sánchez haya vendido feminismo, ideología de género, delitos de odio, ecologismo y mayores tasas e impuestos a los emprendedores mientras se regalará una subvención al vago profesional, a quien no tiene empleo… ni lo busca. Todo ello va de la mano y es lo mismo, exactamente lo mismo, que promueven lo aparentemente enfrentados Bruselas y Londres: jugar con la vida de los demás y jugar con el patrimonio de los demás.

Es la traducción política de la descristianización de España y de Europa. Macron, Sánchez y Johnson lo llaman progresismo.