El cardenal, arzobispo de Madrid, don Carlos Osoro, ha dicho que la gente tiene miedo de acudir a los templos, y ha animado a sus filas a hacerlo.

Tiene usted mucha razón monseñor, pero si alguien no hubiera llegado incluso más lejos que el Gobierno Sánchez, y no se hubiese apresurado, en la noche del sábado 14 de marzo, a prohibir las eucaristías públicas, cerrando de hecho las iglesias de Madrid,… a lo mejor el miedo no habría cundido tanto.

Aprovechemos para imponer la comunión en la boca y de rodillas

Y si desde el obispado no se hubieran propagado entre los párrocos medidas injustas como obligar a comulgar en la mano, contraviniendo la ley canónica que dicta que debe ser el feligrés quien decida, y si, en definitiva, la jerarquía hubiera tenido claro que la mejor vacuna contra el coronavirus es la Eucaristía -pensamiento bastante lógico para un católico- a lo mejor nos habría ido mucho mejor.  

En cualquier caso, bienvenido sea el consejo tardío: católicos, menos miedo al virus y más temor de Dios.

A ver: probablemente, no haya otro confinamiento pero a buen seguro sí habrá confinamientos reducidos y más liberticidios. Pues bien, para ese momento conviene que los católicos, y me dirijo especialmente a la jerarquía eclesiástica, no caiga en las trampas aludidas, en la que cayeron, y con las que colaboraron, en marzo.

Lo malo del español es que se ha vuelto amoral, que es peor que volverse inmoral: nada le motiva

En primer lugar, nada de suspender eucaristías ni de cerrar iglesias. Todo lo contrario: la vacuna contra el coronavirus, insisto, es la Eucaristía. 

No sólo hay que reducir las misas, hay que incrementarlas. Y ya de paso, aprovechar para volver a la comunión en la boca y de rodillas, que es la fórmula aconsejada por todos los que saben que vivimos en tiempos de profanación y sacrilegio eucarísticos.

El espectáculo actual, contemplar cómo se acerca a comulgar la gente con el bozal puesto, y lo que luego hace para introducirse la forma en la boca es como para echarse a temblar.

Así que señores obispos, que esta vez no nos sorprendan los políticos, que ya no tendríamos excusa, una segunda vez. Si nos obligan a reducir aforos que se multipliquen las misas. Y también las confesiones, aunque haya que confesar los pecados a gritos. 

Y si hay que desobedecer la ley injusta, se desobedece. Insisto: los males del cristianismo español empezarán a solucionarse cuando un obispo entre en prisión por defender a Cristo

No vale con una rectificación timorata: hay que dar un giro copernicano. Penitencia y eucaristía, aunque haya que situarse en la ilegalidad. Con la eucaristía no se negocia.

No es una cuestión del abajo firmante. Son muchos los puntales de la Iglesia que apuntan hacia un imprescindible regreso a lo que podríamos llamar la ‘normalidad eucarística’. Por ejemplo, el cardenal Robert Sarah.

Católicos: menos miedo al virus y más temor de Dios.

Y miren ustedes: si hay que desobedecer la ley injusta, se desobedece. Insisto: los males del cristianismo español empezarán a solucionarse cuando un obispo entre en prisión… por defender a Cristo.