Tras el atrabiliario espectáculo de Pedro Sánchez en Cataluña, el presidente del Gobierno nos deja descansar en Navidad. No voy a analizar su tarea política porque está muy claro y ya ha sido denunciada por muchos: el señor Sánchez vendería a su abuela con tal de permanecer en Moncloa. Su obsesión por el poder es enfermiza.

Ahora bien, la técnica también es equivocada por dos razones.

En primer lugar, el pacto y el acuerdo no tienen porqué llevar ni a la paz ni a la convivencia. Chesterton decía que la navideña expresión ‘Paz en la Tierra’ puede significar que cada hombre odie a su enemigo pero le tema más aún. En consecuencia, es más fácil conseguir que Juan Español ame a Cataluña a que ame la paz con Cataluña, que es lo que Pedro Sánchez, en sus parcas entendederas, califica como diálogo con los independentistas y convivencia ciudadana.

Paz y pacifismo en Navidad: no hay paz sin justicia

Por otra parte, los separatistas insisten en que lo suyo es el pacifismo. En Hispanidad hemos repetido muchas veces que el ejemplo de Mahatma Gandhi, imagen del pacifismo moderno… provocó la descolonización más sangrienta de toda la historia moderna. ¿Por qué? Porque el pacifismo entendido a lo Gandhi, o a lo Puigdemont, no deja de ser un insulto permanente al otro, un complejo de superioridad hacia el otro, en definitiva, una violencia pasiva -la de la injuria- que, más antes que después, acaba en violencia activa.

Olvida el separatismo catalán, como olvida el pacifismo podemita, que no hay paz sin justicia. La pregunta no es si la independencia de Cataluña debe conseguirse por vías pacíficas, es decir, tocando las narices al adversario mañana, tarde y noche, sino si la independencia de Cataluña de España es justa. Y no lo es.

Y el pacifismo provocador, la violencia pasiva, siempre acaba generando violencia activa

La paz navideña es otra cosa: es la paz interior, la paz que procede de luchar por la justicia para completar el principio juan paulino (de San Juan Pablo II), que dice así: no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. Porque el hombre no debe dudar de los principios pero sí de su propia rectitud de intención. Y cuando se da cuenta de que no actúa con justicia en pro de la justicia… debe rectificar. Eso es el perdón y eso es el arrepentimiento.

Pero antes de llegar hasta ahí, todo pacifismo que no responda a la justicia no es más que pacifismo generador de violencia.

Traducido: el pacifismo separatista no ha generado más que la violencia de los cuperos y la tensión social: en Cataluña y en toda España. Nada que ver con la paz justa de la Navidad.