• Aunque se declara católico, Macron es abiertamente abortista y partidario de la ideología de género y afín al lobby LGTB, del que se ha autodeclarado defensor.
  • Por su parte, Le Pen quiere fomentar la natalidad y aumentar las ayudas a la familia, pero también ha dejado claro que dejará intacta la ley del aborto.
La primera vuelta de la elección presidencial de Francia de 2017 se realizó el pasado 23 de abril. Se celebrará la segunda vuelta el 7 de mayo entre Emmanuel Macron (En Marcha!) y Marine Le Pen (Frente Nacional). Ahora bien: ¿qué piensan ambos candidatos de los principios no negociables para la actuación coherente del cristiano en política, establecidos por el Papa Benedicto XVI -respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural; la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer; la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas-? Según el blog 'contando estrelas', de Elentir Vigo, en Outono.net., Emmanuel Macron ha intentado captar -con éxito- el voto de distintos sectores de la población diciendo que quiere "lo mejor de la izquierda, lo mejor de la derecha e incluso lo mejor del centro". Tiene algunas propuestas liberales (bajar la presión fiscal, rebajar las cotizaciones a autónomos, flexibilizar el mercado laboral y reducir el tamaño de la administración pública), y otras socialdemócratas (aumentar en 50.000 millones la inversión pública, regalar a los jóvenes un "pase" para gastarse 500 euros en "cultura", y no tocar el sistema de pensiones). Aunque se declara católico, Macron es abiertamente abortista (en febrero rindió homenaje a Simone Veil, la autora de la ley francesa que permite matar a los hijos por nacer). También es partidario de la ideología de género y afín al lobby LGTB, del que se ha autodeclarado defensor. En el terreno religioso, Macron es partidario de reforzar el laicismo en las escuelas. Pretende que el Estado se meta a gestionar determinadas confesiones, creando un consejo francés del culto musulmán, que tendría la responsabilidad de construir mezquitas y de formar a los imanes islámicos. No obstante, ha cargado contra el "laicismo revanchista", señalando: "creo que un católico practicante puede considerar que las leyes de la religión rebasan las leyes de la República". "No pido que la gente sea moderada, no es mi negocio", afirmó el año pasado en un debate público. Sin embargo, en ese mismo evento contradijo el Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, al afirmar: "La religión no puede estar presente en la escuela." Por su parte, Marine Le Pen, candidata del Front National, -también según el mismo blog- en su discurso incluye, como el de Macron, ingredientes típicos de la derecha y de la izquierda. Tacha la libre competencia de "ley de la jungla", critica el libre mercado y pretende castigar a las empresas francesas que inviertan en el exterior. Por otra parte, defiende la libertad de educación, pero al mismo tiempo quiere controlar que en las escuelas privadas se enseñen los "valores de la República", unos valores que son laicistas. Asimismo, quiere fomentar la natalidad y aumentar las ayudas a la familia, pero también ha dejado claro que dejará intacta la ley del aborto. Le Pen también propone combatir el yihadismo con diversas medidas, que incluyen prohibir las organizaciones fundamentalistas islámicas y cerrar mezquitas extremistas. Pero además, en ese afán se arriesga a cometer injusticias, prohibiendo "la financiación por parte de países extranjeros de los lugares de culto y su personal" (esto afectaría a templos católicos que reciben dinero de la Santa Sede, a pesar de que los católicos no cometen atentados en Francia), y prohibiendo los símbolos religiosos en espacios públicos (algo que han criticado sectores católicos y judíos, pues podría incluir la prohibición de crucifijos y de la kipá). También quiere restringir la inmigración, permitiendo sólo 10.000 inmigrantes extranjeros legales por año. Además, ha anunciado un impuesto especial para las empresas que contraten a extranjeros, olvidando -tal vez- que muchos franceses han prosperado trabajando para empresas extranjeras o invirtiendo en el extranjero. Andrés Velázquez andres@hispanidad.com