Cuando las referencias sociales, comenzando por el presidente del Gobierno, alargan sus discursos con el “todos y todas”, se añaden letras al acrónimo LGTB (ahora LGTBI, pero todo puede aumentarse) y surge el “todos, todas y todes”, en supuesta referencia a los transexuales.

El problema de la ideología de género es que no tiene límites. Se trata de una frivolidad de tal calibre que necesita creer a lo ancho.

También Dios tiene límites: solo que el límite es Él

Ahora bien, la mente humana no puede concebir algo sin límites, entre otras cosas porque lo que no tiene límites no existe. Sí, no se engañen, Dios tampoco es la excepción: concebir a Dios como el ser ilimitado, confundir el infinito con lo ilimitado, ha constituido un error humano presente a lo largo de la historia, pero error, a fin de cuentas. Dios no es el que no tiene límites, sino la existencia misma. Por eso no existe un más acá ni un más allá de Dios… pero el Eterno sí tiene límites: Él mismo es el límite, en el espacio y en el tiempo.

¿Quién tomará la palabra para denunciar que el emperador va desnudo?

Volviendo a “todos, todas y todes”… Es como el chiste del paciente al que el médico prohíbe comer, beber, copular y trasnochar. El paciente pregunta si, al menos, así vivirá más y el galeno responde: “Eso no lo sé, pero ¡se le va hacer de un largo!”.

Ahora podíamos preguntar:

-Señores políticamente correctos, ¿diciendo “todos, todas y todes” voy a ser más respetuoso con la diversidad? Respuesta: eso no lo sé, pero le aseguro que su discurso va a ser tan aburrido que el público solo ansiará la despedida. Ni tan siquiera reparará en el contenido de su alocución.

Por lo demás, ¿quién tomará la palabra para denunciar que el emperador va desnudo?